miércoles, 30 de noviembre de 2016

Mi hermana negra

A Fatou.

Nadie lo sabe, pero tengo una hermana negra.
Una hermana africana, que vive en una choza.
Trabaja el campo con su hijo cargado a la espalda.
Con la mirada perdida en la nada.

Mi hermana de vientre hinchado y tez amarilla.
Mi hermana murió al nacer.
Ella murió al dar a luz.
Murió de sida, malaria y desnutrición.

Pesadillas de agua contaminada,
desierto,
hambre.

Su padre la vendió
a un monstruo maltratador,
y ella será repudiada y quedará sin derechos.
Forzada a no ser, pero sí a hacer.
Privada de sus hijas.
Invadida. Nadie.

Arma de guerra.
Que sufre y no tiene rostro.
Que grita y no tiene voz.
Invisible.

Cada día es violada por una multitud.
Huye a Europa en patera,
y la engañan para ejercer la prostitución.
Emigrante. Sin valor.

Tengo una hermana negra, indígena,
trabajando 14 horas al día en una maquila.
Descendiente de esclavas.
Ha cambiado de amo.

Tengo una hermana guerrera.
Todavía es oscuro cuando emprende el camino
para ir a la escuela.
Montaña arriba,
a través de ríos,
 y autostop.

Discriminada en Occidente,
odiada en Oriente.
Perseguida,
refugiada
mal querida
e ignorada.

Abortada por ser mujer.
Mutilada recién nacida.
Obligada a casarse siendo niña .
Quemada por no pagar la dote.

Rostro desfigurado,
mejor no mirarlo,
mejor no acariciarlo,
mejor no besarlo.

Tengo una hermana valiente
que sonríe a la cámara
a pesar de estar cansada
porque se alegra de verte.

Mujer vuela.
Mujer baila.
Mujer canta.
Mujer fuerte.
Mujer nómada.
Mujer superviviente.

Pocas lo saben. Pero todas tenemos una hermana negra.
Las Nadies
Quien no se mueve, no siente sus cadenas