viernes, 24 de diciembre de 2021

Navidad en Greccio

"Ved, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante Él vuestros corazones" 
(CtaO 27-28)

Hace unas horas que ha amanecido y el sol se eleva brillante sobre el Valle de Rieti, difundiendo sus rayos cálidos por los campos y cumbres escarpadas, donde el aliento frío del invierno ha convertido el rocío de la mañana en un manto plateado de escarcha.

Francisco arrastra hacia la luz uno de los tiestos de flores que plantó meses atrás y que ahora muestran sus mejores galas de colores, esparciendo su aroma por la estancia. Se maravilla de ver cómo han crecido con un poco de tiempo y cuidado. “Así somos también nosotros”, se dice y piensa en la celebración de la noche y en las circunstancias en las que una pareja joven se encontró hace poco más de mil doscientos años. Qué menos que prepararse para darles acogida en esa Nochebuena.

Escucha cantar al hermano León. Está afuera, trabajando con el mimbre. Francisco sonríe. Es afortunado por contar con el hermano León, el más simple de sus hermanos. Le quiere y le agrada su compañía. Admira su actitud prudente y su alegría serena. Después de vivir tantas situaciones juntos, tiene toda su confianza y da gracias por poder hablar con él cuando algo le preocupa, o sencillamente para expresar una idea o una moción del Espíritu. León no es sólo un compañero de viaje, un hermano de comunidad, su confesor, secretario y enfermero, sino que sobre todo es un verdadero amigo. 

Francisco se asoma a la salida de la gruta e inmediatamente León calla. 

- Si te molesto, padre, puedo continuar en silencio- le ofrece. 

- Al contrario. Disfruto de escucharte. Pero ahora, hermanito, ayúdame a llevar estas flores hasta el pesebre donde esta noche nacerá el Niño Jesús. 

Y marchan, cantando, por el paisaje rocoso hasta su portal de Belén. 

Francisco sabe que ésa es la noche más bella del año y está contento de celebrarla con algunos hermanos y los habitantes de Greccio. Su vida no sería la misma si ese Niño no hubiera nacido y, al pensarlo, siente que el corazón se le expande en el pecho, embriagado de gratitud y esperanza. 

Aún recuerda la primera vez que se encontró con Él, cara a cara. Antes había tenido otras llamadas, pequeños toques de atención que Francisco se empeñaba en ignorar u olvidar con el paso del tiempo, imprimiendo en su interior una herida de pérdida y vacío que era imposible sanar con su rutina de excesos. Hasta esa noche de camino a Espoleto. Su intención era llegar a la Apulia para armarse caballero, pero Alguien cambió el rumbo de su destino. No fueron las palabras que le dirigió aquel hombre moreno de semblante tranquilo, que vio en sueños. Fue sobre todo su mirada. Una mirada que le atravesó, derribando cada una de sus viejas murallas, haciéndole sentir vulnerable y plenamente libre. Francisco, por naturaleza creativo, jamás podría haber imaginado una sensación tan intensa, ni un amor tan grande y profundo como nunca antes había experimentado. Por eso, cuando despertó, lo hizo con la certeza férrea de que sería caballero, sí, pero de otro señor. 

Desde entonces, había comenzado a frecuentar a los leprosos y a disfrutar de la compañía de los más desheredados. Hasta que lo halló de nuevo. Abandonado, sucio, casi ni se le distinguía el rostro cubierto de mugre sobre el madero, como un mendigo más, en la capillita derruida de San Damián. “Francisco, ve, repara mi casa...” 

lunes, 29 de noviembre de 2021

Un hogar privilegiado

Te lo prometo. No hay ciudad más bonita en el mundo que Pamplona en otoño. O, al menos, así me lo parece a mí. No tiene nada que envidiar a esas majestuosas ciudades, famosas por su belleza arquitectónica o su paisaje.

De madrugada, las nubes resbalan desde el cielo para humedecer la atmósfera y los adoquines. Es la hora de los enigmas, de las leyendas antiguas que embrujan la vieja Iruña. Esa hora gris, cuando la ciudad se despereza, se sacude la hojarasca y tiende una resbaladiza alfombra para quienes, con las mentes aún somnolientas, atraviesan el ambiente helado entre exhalaciones de vapor.

Nunca antes me había sentido tan afortunada por disfrutar de ese momento, ataviada con mi abrigo, la bufanda y un gorro, para hacer frente a las bajas temperaturas. Como alguien que, oculta entre las últimas tinieblas de la noche, es capaz de leer los anhelos y esperanzas de viandantes sonámbulos. Aunque en realidad, sólo las imagine.



Todos los días el mismo recorrido, los mismo lugares a las mismas horas. Los mismos amaneceres malvas y ocasos escarlata. El mismo sol tímido que crea reflejos en el Arga o se esconde de la lluvia, velando su rostro a los charcos. El mismo parloteo incesante, los graffitis y los símbolos diversos colgando de fachadas destartaladas. Las obras en Pío XII con las que nadie está conforme, el tráfico, las esperas en los semáforos o en los ascensores que suben a Descalzos. Esa iglesia tan tétrica y acogedora a la vez, cuyos santos me observan desde sus pedestales en la oscuridad. El parque de la Taconera con sus contrastes de amarillos, rojos y verdes, los bancos de madera y los ángeles de las aceras dejando caer lo minutos en una prórroga eterna... 

Todo sucede en este escenario mágico, en un entorno que rebosa encanto dentro de su normalidad sencilla, invisible para tant@s. El corazón me da un vuelco al saberme privilegiada por esta rutina hechicera, donde l@s desconocid@s se convierten en familia, de la que no conozco nombres ni historias, pero a quienes agradezco la sonrisa diaria. L@s echaré de menos cuando mi cotidianidad se rompa y cambie.
Fotografías de "Rincones y lugares pamploneses"
A continuación, los mediodías tardíos prendidos de silencio, las calles desiertas, el aroma a comida y marihuana escapando de los bares y de los balcones del primer piso. Después, la calma y la serenidad que preceden al jolgorio y a la risa.

Cuando el atardecer se apaga entre las callejuelas abarrotadas y la ciudad se viste de gala; cuando la luz de las farolas dibujan los contornos y trazan formas en la bruma, mientras el frío pinta de azul las yemas de los dedos... Entonces, en la hora naranja, aparecen.

martes, 10 de agosto de 2021

Eterna Peter Pan

 
"Nadie me enseñó a vencer al huracán,
ni hacer acrobacias con las palabras para lograr
hablar de lo grande que fue tenerte en mi vida.
Y aprender de ti. Y aprender de ti.
Ahora que soy más fuerte que el metal,
que esquivo las balas en esta guerra sin declarar,
me sobran preguntas, me falta aprender a vivir
recordándote, recordándote."
- Guevara -

Supongo que una se acostumbra a vivir sin despedirse. La gente pasa por nuestra historia y, en algún momento, sencillamente ya no está. Desaparece. 

Pero no logro acostumbrarme a tu no-despedida. A veces, tu recuerdo me oprime tanto el pecho que me salen goteras. Y no puedo enfadarme porque, al menos, tuve la fortuna de conocerte, de llamarte amiga y de ser la tuya. Es más de lo que muchas pueden decir. 

Quizás por prejuicios hacia tu estética de mujer musulmana, hubo quien no te dio la oportunidad, o más bien, debería decir que no se dio el placer de hablarte. Y precisamente, fue ese hiyab negro que ocultaba tu melena pelirroja, lo que me impulsó a acercarme para preguntarte los motivos. Te pedí perdón porque no quería que te sintieras cuestionada o no respetada. Fue en uno de esos bancos próximos a la biblioteca de la universidad. El sol lucía especialmente bonito en esos últimos días del verano ¡Qué época aquella! ¡Cuánta ilusión respirábamos, cuánta ingenuidad y cuántas ganas de comernos el mundo!! 

viernes, 28 de mayo de 2021

Historias de misión

"Son verdaderamente pacíficos aquellos que, con todo lo que padecen en este siglo, por el amor de nuestro Señor Jesucristo, conservan la paz en el alma y en el cuerpo"
(Adm XV)

Hay historias que merecen la pena ser escuchadas una y mil veces. Hoy le tocaba el turno a fray Manolo y a sus andanzas por tierras tan queridas como lejanas. Bueno no: son más que queridas, aunque un charco de nada nos separe. 

Y las fotografías siempre ayudan a iluminar el relato. Las imágenes de las décadas de los 80 y los 90 tienen esa belleza especial de la sencillez de vida, da igual si son de aquí o del otro lado del planeta. Me llama la atención cómo se parecen, desprenden la misma magia.

Medellín se ha desarrollado y ha crecido en estos años. Sin embargo, continúa con su característico paisaje urbano de ladrillo, extendiéndose colina arriba y una gran multitud de personas siguen reuniéndose para celebrar que Dios es bueno. A pesar de las desgracias, como el derrumbe que hubo en Villatina en el 87, en extrañas circunstancias y que acabó con la vida de muchas familias.

Fray Manolo habla con tanto cariño de su experiencia en Colombia que parece que lo está viendo según lo cuenta y yo lo revivo con él a través de sus palabras. Me parece verle subir por la ladera de pendiente infinita, descender hasta la Estrella para ayudar, pararse a hablar con la gente y celebrar los oficios de Semana Santa en la parroquia Hermano Francisco.

lunes, 1 de marzo de 2021

La princesa que escapó por la ventana y se piró

La princesa vivía encerrada en la lujosa torre de palacio, donde sólo debía preocuparse por mirarse al espejo y ponerse guapa para el príncipe azul que fuera a rescatarla del dragón que la custodiaba tras esos muros.

Un día, mientras barría el suelo de su alcoba, se preguntó por qué tenía que usar la escoba para algo tan vulgar y aburrido, cuando había un sinfín de otras actividades más provechosas que podía realizar con ella. Así que, con gran determinación, se quitó ese horrible vestido que le oprimía el pecho, montó sobre su escoba y salió volando por el pequeño ventanuco.

Entonces, se dio cuenta de que era libre, que la vida de fuera era fantástica y que no necesitaba que la salvaran. Que nadie podía decidir por ella su futuro ni su felicidad.

Y se dio cuenta, que no había dragón ni hechizo que la obligaran a quedarse en el palacio, que todo habían sido mentiras para que los príncipes azules mantuvieran sus privilegios y el mundo continuara su curso como hasta ahora.

Y se rebeló. Fue consciente de que ella tenía muchos más talentos que haber aprendido a limpiar y saberse maquillar. Que merecía mucho más que una vida de espera para ser convertida en trofeo. ¿Quién le garantizaba que le gustaría el príncipe? Nadie le había preguntado su opinión. No deseaba malgastar su tiempo besando sapos disfrazados. 

Vio como, al no pintarse, se le notaban las verrugas de la cara, pero no le importó, porque ya no usaba espejos y sólo tenía que gustarse a sí misma. Además, las otras brujas también tenían defectos, pero éstos no les impedían vivir en armonía, respetándose y ayudándose.

El rey, el padre de la princesa, encolerizó al enterarse de la noticia y amenazó a su hija con desheredarla si no regresaba a su cárcel de mármol.

Y la antigua princesa, no tuvo más remedio que tintar su sangre azul para volverla maravillosamente roja, perder comodidades, corona, lujos, protocolos, amistades de conveniencia, la obligación de la boda, de ser madre, florero y fregona.

lunes, 11 de enero de 2021

Misiones Franciscanas Conventuales


El curso pasado, las niñas y niños fueron las grandes heroínas de la pandemia, permaneciendo en casa durante el confinamiento y cumpliendo con todas las medidas de seguridad para cuidarse y cuidar de las demás. Además, pudieron seguir estudiando gracias a las nuevas tecnologías y así seguir aprendiendo y creciendo como personas.

Ahora, imagina por un momento que tus circunstancias hubiesen sido otras. Imagina que tu casa es una sola habitación dividida con apenas una cortina que separa cocina y cuarto. Imagina ser niña o niño y sufrir violencia intrafamilar y de género. Imagina que para dar de comer a tus hijas e hijos tienes que salir a vender a la calle diariamente y no poder hacerlo. Imagina que no existan ayudas municipales ni estatales. Imagina no tener acceso a Internet ni los recursos telemáticos para que tus hijas e hijos puedan continuar sus estudios. Imagina vivir lejos de hospitales y centros sanitarios y no contar con los medios para desplazarte… Imagina, por un instante, que vives en Corozal o en las aldeas de los alrededores, en la costa atlántica colombiana. Estas son las realidades que padecen muchas familias en la zona donde los franciscanos conventuales establecieron sus misiones en Colombia.

Desde Misiones Franciscanas Conventuales en España estamos apoyando los proyectos que se iniciaron para paliar las consecuencias de la pobreza en materia de salud y educación, tanto en la infancia como en la tercera edad. Para ello, en el 2003, se creó un comedor social donde cada año aumenta el número de personas atendidas. Actualmente, se proporciona una comida fuerte al día a 150 niños/as y 50 ancianos/as. Unidas al comedor, existen las brigadas de salud que realizan el seguimiento sanitario (análisis, peso, crecimiento…). Con la pandemia, el comedor se ha sustituido por la entrega de lotes de comida a las familias para que puedan subsistir. 

A nivel de educación, en Corozal se realiza un acompañamiento a través del proyecto de refuerzo escolar, aunque desde que comenzó la cuarentena, ha sido reemplazado por un grupo de personas voluntarias que acuden a los hogares para detectar necesidades y realizar funciones de supervisión. Además, los franciscanos, tanto en Corozal como en Medellín, promueven que todas las niñas y niños puedan acceder a la educación de manera igualitaria, dotando del material escolar imprescindible, cuyos gastos son financiados a través de los apadrinamientos desde España (20€/mes). Asimismo, desde Misiones Franciscanas Conventuales apoyamos otros microproyectos, según las necesidades y las demandas que van surgiendo.

El Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti, nos anima a ser como el buen samaritano, hermanas de todas, dejando a un lado lo que nos diferencia y siendo corresponsables con toda la familia humana. Así, desde Misiones Franciscanas Conventuales queremos invitarte a colaborar con tu oración y con tu aporte material, haciendo un donativo o apadrinando a un niño o niña. Si, además, te interesa participar en el grupo de misiones o en futuros campos de trabajo misioneros en Colombia, nos puedes localizar en las parroquias de los franciscanos conventuales en tu ciudad. 

¡Muchas gracias!