"Tengo el deseo de realizar
una tarea importante en la vida.
Pero mi deber está en realizar
cosas humildes como si fueran grandes y nobles."
- Helen Keller -
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| El mundo está muy mal. Lo que lo salva es el tipo de personas que elegimos ser. |
Desde que terminé la carrera
hay una pregunta que siempre me ronda esté donde esté y haga lo que
haga: “¿Qué estoy haciendo yo aquí?” No es que haya encontrado
mi lugar en el mundo, si no que durante estos días, la posible
respuesta tenía un color más optimista. No es que haya hecho gran
cosa y creo que es precisamente por eso, porque lo más real de la
vida está en los pequeños detalles cotidianos, en vivir con
simplicidad, lejos de la superficialidad y el éxito.
Este verano, durante mi semana
de vacaciones me fui a Barcelona con las Hermanitas de l@s Pobres, una congregación religiosa que cuida de las personas mayores
con las pensiones más bajas, siguiendo los pasos de Juana Jugan, una
mujer extraordinaria a la que se puede reconocer en muchas de las
hermanitas actuales.
En una preciosa residencia entre
la Plaza Tetuán y la calle Caspe, conviven un centenar de abuel@s
con una docena de monjas (más emplead@s
y voluntari@s) en un ambiente de
familia difícil de encontrar en cualquier otro asilo.
Me ha encantado ser testigo
presencial de la sencillez que se vive entre esas cuatro paredes.
Cuando veo las noticias, a menudo la humanidad me desilusiona y me
asquea, pero esta experiencia me ayuda a comprender que la esperanza
se cuece a fuego lento y mientras existan personas buenas, capaces de
iluminar la noche del mundo y curar sus heridas, puedo permitirme ser
positiva y tener fe en la gente.
Esto fue lo que escribí en esos días:
**
Me gustan los detalles
simples. Me gusta ser consciente para exigirme seguir viéndolos, aun
cuando desearía y pediría más.
Me gusta el trato amable y
las sonrisas rutinarias. La sonrisa de una anciana que no habla, los
chistes malos de otra, las correcciones de una abuela válida y los
pequeños detalles de tod@s.
Me gusta ver pasar a las
hermanitas, siempre con prisa, siempre currando... incluso de
mayores, superando los 70. Me gusta cómo cuidan a l@s residentes para que no les falte de nada, para que estén content@s. Admiro la suavidad y la ternura inimitable con la que despiertan y preparan a l@s enferm@s cada mañana, sin permitir que una rutina de años reste un ápice de dulzura.
Me gusta cómo la hermanita de la enfermería está pendiente de todo, como una mamá, y que le salga de un modo tan natural, conservando la sonrisa intacta. Me gusta ver su hábito blanco en la capilla, escucharles cantar las oraciones, que controlen los protocolos litúrgicos como algo normal en su día a día; que me saluden por la galería y que la hermanita del comedor se esmere tanto para que todo el mundo disfrute de la comida.
Me gusta cómo la hermanita de la enfermería está pendiente de todo, como una mamá, y que le salga de un modo tan natural, conservando la sonrisa intacta. Me gusta ver su hábito blanco en la capilla, escucharles cantar las oraciones, que controlen los protocolos litúrgicos como algo normal en su día a día; que me saluden por la galería y que la hermanita del comedor se esmere tanto para que todo el mundo disfrute de la comida.
Me gusta su gratuidad, que te
ofrezcan todo lo que son y tienen sin pedirte nada a cambio, que te
acojan como si fuera tu propia casa, su confianza en la Providencia
por medio de san José, que siempre tiene una notita con peticiones,
un cartón de leche o un bote de café.
Me admira ver cómo se
esfuerzan, su capacidad de entrega, de vencerse a sí mismas, de no
cansarse nunca a pesar de tanto trabajo, del calor... que yo al
tercer día ya estaba para el arrastre. Me gusta ver envejecer a las
hermanitas, que sean parte de mi historia... aunque también me
entristece.
Me gusta ver a la madre superiora de la
casa, a la que quiero de una manera sobrenatural, como siempre que se
quiere de verdad a alguien. Me gusta reconocerla por el filo del velo
tras las esquinas, intuir su don para la bilocación. Me gusta ver
como trata a l@s abues, con qué paciencia y
su talento malagueño para hacerles reír. Me gusta sentarme a su lado en el
recreo, escuchar sus carcajadas, hablar con otras hermanitas sin
tomarse en serio nada que no merezca la pena. Me gusta disfrutar de
su mera presencia, aunque no tengamos tiempo para charlar. Me gusta la
inocencia de su corazón de niña. Me gusta porque vive lo que cree
con intensidad, pero desde esa humildad de quien sabe que imponer
sólo aleja a las personas de la verdad que todas llevamos grabada a
fuego dentro. Me gusta que la esperanza sea su filosofía de vida.
Trasmite una alegría inagotable, una energía arrolladora, una paz
profunda. Creo que Jesús de Nazaret, con otra cultura y en otra
época, sería muy parecido.
Sin duda lo mejor de estos
días han sido l@s abues, de l@s
que me enamoré completamente y eso que ganarse a l@s
ancian@s catalanes no es nada fácil.
Me encanta sonreírles, aun más, me encanta no poder reprimir la
sonrisa cuando l@s veo desde lejos.

