viernes, 18 de agosto de 2017

Una de cal, para variar

Como un fogonazo de luz que te ciega al acuchillar la oscuridad de golpe.
Como un puñetazo imprevisible en la boca del estómago.
Como un viento huracanado que abre puertas y ventanas para asentar el caos dentro de casa.
Como el estruendo que te despierta y te asusta en lo más profundo del sueño.
Como el estallar de una guerra en medio de un remanso de paz.


Así llega la enfermedad, sin avisar, para paralizar la vida.


Y cuestionarte,

tambalearte,

ponerte a prueba.


El dolor envejece más que el tiempo, 
este dolor dolor que no se acaba, 
y que te duele todo todo todo 
sin dolerte en el cuerpo nada nada.

A tantos días de dolor se muere uno, 
ni la vida se va, 
ni el corazón se para, 
es el dolor acumulado el que, 
cuando no lo soportas, 
él te aplasta.

Mi accidente será un buen epitafio: 
Cuando una calle bajo el sol cruzaba, 
de dolor– o de amor– es lo mismo, 
murió desbaratada.

-Gloria Fuertes-

Fuerza, abuelo