domingo, 25 de noviembre de 2018

25N

"Nadie en la historia ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de sus opresores" 
- Assata Shakur -

Si los hombres y algunas mujeres entendierais el dolor y la impotencia que nos causa a las feministas leer, escuchar, ver o sentir cada día, las violencias que se ejercen hacia las mujeres... 
Las asesinadas, 
Las desaparecidas, 
Las rociadas con ácido, 
Las violadas, 
Las secuestradas, incluso en sus propias casas... 

Quizás entonces comprenderíais esta rabia que nos nace fruto de la injusticia normalizada. De normalizar la violencia hacia nosotras.

En el feminismo no existe la victimización. Al contrario, se pretende el empoderamiento de todas las mujeres. Lo que sí tenemos en cuenta es el término "víctima", que por cierto es un concepto jurídico, que hace referencia a la persona que sufre los efectos de un delito, de manera directa o indirecta.

Por la evidente diferencia de derechos entre hombres y mujeres, 
como la estudiadísima carga de trabajo doméstico, 
los abandonos parentales, las familias monomarentales y la patraña de las custodias compartidas,
la violencia vicaria (¡dejad a la infancia en paz!);
la desigualdad salarial, los techos de cristal, 
la esclavitud sexual que tan divertida os parece; 
los chistes sexistas y el pacto de silencio masculino para cubriros entre vosotros; 
los vientres de alquiler,
la apatía machista para no perder privilegios (¡queremos hechos!);
la feminización de la pobreza, las críticas ante el incumplimiento de los roles de género, 
la falta de apoyo del poder judicial, 
el gaslighting,
el linchamiento a las mujeres que deciden abortar, cual quema de brujas...

La ablación genital femenina.
La mercantilización y cosificación de nuestros cuerpos.
El acoso y el abuso de poder.
El odio y la misoginia.
El cuestionamiento constante de nuestro talento y nuestra verdad.
El mansplaining.
El manspreading o que ocupéis un espacio que no es vuestro.
La desposesión de la tierra y de todo, incluso del propio ser.
La invisibilización en la Historia.
El silenciamento en instituciones como la Iglesia.
La falta de condiciones y salarios peor retribuidos en profesiones esenciales, pero generalmente femeninas.
La exigencia del tiempo y de cumplir con lo establecido: con la maternidad, la suavidad, los roles de género, la imagen perfecta.

Hoy, ni una crisis sanitaria ha frenado esta marcha legendaria.

Somos feministas.
Somos abolicionistas.

"Me declaro desde ya
felizmente radical,
por amar la libertad"
- María Ruiz -