miércoles, 4 de octubre de 2017

Hermano Francisco: hermano universal

Paz y Bien

El verano había acabado. Un sol de otoño se filtraba entre las ramas de los árboles que comenzaban a desnudarse. La tierra se cubría de hojarasca y todo el paisaje quedaba teñido de naranjas y amarillos. Apoyada sobre una roca, lo contemplé mientras me deleitaba con el canto alegre de los jilgueros que por allí anidaban.

De pronto, un crujir de hojas secas se unió al resto de sonidos que emergían de la naturaleza. Vi primero sus pies sucios, calzados por unas sandalias desgastadas. Vestía de hábito y un cordón de tres nudos se balanceaba al ritmo de su paso. Mostraba un semblante sereno y sus ojos brillantes irradiaban paz y una pizca de picardía. Sonrió con la inocencia de un niño al que se le ha pillado en una travesura y abrió sus brazos para acogerme en su abrazo de papá. Sentí el tacto áspero del tejido en mi mejilla y la calidez de su corazón apasionado. Supe entonces, como si la brisa suave me lo revelara en un susurro, que Francisco llevaba mucho tiempo paseando por aquellos lares, esperándome y buscándome.

Caminamos por el bosque. Él me llevaba de la mano de tal modo que hasta las más escarpadas pendientes y los más resbaladizos terrenos, se me hacían fáciles como praderas.

Durante un rato, Francisco permaneció en silencio, sumido en sus pensamientos, seguramente en conversación con el Creador de todo cuanto a nuestro alrededor habitaba y se movía. No me incomodó aquella ausencia de palabras, por el contrario, disfrutaba de la compañía. Como cuando estás con alguien con quien te sobra confianza.

El Hermano de Asís sonreía todo el tiempo y no hay adjetivo para definir esa sonrisa. Después, ¡arrancó a cantar! ¡y lo hizo en francés! ¡Estás loco, Francisco! Por esto y, sobre todo, por tantas otras cosas. ¡Qué libertad la tuya! ¡Qué sencillez! En su canto, me pareció descubrir el alma simple del más pequeñuelo de los hombres. 

A continuación, en un claro, divisé una humilde casita. Francisco me invitó a compartir su mesa. ¡Qué sorpresa la mía cuando advertí que allá dentro no sólo había frailes, sino también familias, mujeres y hombres de toda clase y condición y muchos niños y niñas!

Francisco reía, lanzaba guiños, bromeaba con los hermanos, les ponía una mano en el hombro y les miraba con una ternura fuera de serie. Las niñas y niños montaban algarabía y Francisco participaba de sus juegos a carcajada limpia.

También estaba Francisco sentado al lado de las personas mayores, algunas enfermas, tomando sus manos dulcemente, encorvado, en actitud de paciente escucha. Asimismo, sorprendí a Francisco en un rincón, junto a un ángel harapiento y descalzo, le entregaba sus sandalias con un gesto reverente. Y así siempre. No obraba grandes milagros, innecesarios para quien cree, sino que tenía mil gestos y mil detalles para cada persona.

Antes de que terminase mi sueño, nos encontramos de rodillas ante el Cristo de San Damián. Francisco pronunció mi nombre. "...¿A quién quieres seguir? ¿Al Señor o al siervo?" Se levantó y me dejó a solas con la pregunta que (a) él se (le) hizo de más joven. Jesús me observaba desde el crucifijo, con una mirada sin juicios y libre de prisas, pero a la espera.

Y creo que ahora ya sé cual es mi respuesta.

CÁNTICO DE LAS CRIATURAS
Altísimo, omnipotente, buen Señor, 
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición. 
A ti solo, Altísimo, corresponden, 
y nadie es digno de hacer de ti mención. 

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, 
especialmente el señor hermano sol, 
el cual es día, y por el cual nos alumbras. 
Y él es bello y radiante con gran esplendor, 
de ti, Altísimo, lleva significación. 

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, 
en el cielo las has formado 
luminosas y preciosas y bellas. 

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento, 
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
 por el cual a tus criaturas das sustento. 

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, 
la cual es muy útil y humilde 
y preciosa y casta. 

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, 
por el cual alumbras la noche, 
y él es bello y alegre y robusto y fuerte. 

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, 
la cual nos sustenta y gobierna, 
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, 
y soportan enfermedad y tribulación. 
Bienaventurados aquellos que las soporten en paz, 
porque por ti, Altísimo, coronados serán. 

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, 
de la cual ningún ser viviente puede escapar. 
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!: 
bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad, 
porque la muerte segunda no les hará mal. 

Load y bendecid a mi Señor, 
y dadle gracias y servidle con gran humildad.
- Francisco de Asís- 

"Bienaventurado el siervo que guarda en su corazón los secretos del Señor" (Adm XXVIII)
 
"Francisco (...) no hay laicado que se resista a tu doctrina de sencillez. Tu universalidad inevitable es el hallazgo de lo pequeño. Si las grandes cosas transcedentales son las que separan y atrincheran a las personas, tu reinado de las pequeñas cosas vale para todos y se difunde sin obstáculos. Adonde no llegue tu apostolado ardiente, llegará sin duda tu hermandad de lo pequeño. Hermana flor, hermano lagarto... No hay cosa que se resista a esta apelación directa y simple. (Paco Umbral) 

Es cierto: quizás Francisco es hermano universal porque es aliado de lo simple, de lo humilde, de lo pequeño. Es evidente que lo grande nos atrae, que el brillo nos emboba, que los honores nos tientan siempre. Pero muchas personas encuentran el gozo en lo cotidiano, en lo oculto, en lo sencillo. Y ese es el reino de lo verdadero. (...) La hermandad de lo pequeño es lo que aglutina a los sencillos, a los humildes, a los pobres. Ellos no lo saben, pero la fuerza de los pocos es muy grande y la potencia del amor es capaz de promover revoluciones.(...)

No hay forma de amor más potente que el recorrido por los caminos de la sencillez. Es lo que nos hace salir de la opresión y de la vulgaridad. Sin otro don ni mérito ante Dios y ante las personas, un amor así, irrazonado y universal, redime y justifica. (...) 

Al santo de lo pequeño encomienda el franciscano o franciscana a todos los pequeños, a los descartados, a los excluidos, a los que ya no son parte del sistema ni como pobres siquiera, porque han sido excluidos por él. Y desde la certeza de la fe de Francisco, a los hermanos y hermanas de lo pequeño, se les puede decir que el futuro les pertenece y que sus lágrimas no han sido en vano." - Fidel Aizpurúa

       Fraternidad                Libertad                 Minoridad           Verdadera Alegría
                              
 

martes, 26 de septiembre de 2017

El rincón favorito del jardín

"El corazón de los abuelos late junto al corazón de sus nietos, en la primera luz de cada mañana, en la penumbra del atardecer y en el silencio de la noche.

Ese lazo de amor sublime los mantendrá unidos más allá de todo y no habrá fuerza que pueda romperlo. 

Es un amor mutuo que se retroalimenta continuamente. La felicidad de los nietos es la mejor vitamina para el alma de los abuelos y los abuelos para los nietos son figuras de referencia, fuente de cariño, ternura, mimos… y también de experiencia"


Cuenta la leyenda que un día, la Jardinera estaba cuidando del jardín del corazón humano cuando se fijó en un rincón en el que apenas habían crecido unos brotes de hierba. El jardín era su mejor creación en cuanto a belleza y diseño y no sólo eso, las zonas estaban bien diferenciadas y tenían su funcionalidad. Las parcelas de árboles frutales, plantas medicinales, flores silvestres... incluso una zona para el cultivo de vegetales y hortalizas.

La Jardinera estudió preocupada aquel rincón y durante mucho tiempo le dedicó un mimo especial. Primero, observó el terreno y la trayectoria del sol durante las cuatro estaciones. Limpió y labró la tierra hasta que los callos de las manos dejaron de molestarle, eliminando las malas hierbas y cascotes. Comprobó el sistema de riego y lo mejoró. Cavó una pequeña zanja que convirtió en estanque para que peces de mil formas y especies atravesaran sus aguas cristalinas entre graciosos chapoteos. Por último, mandó traer todo tipo de flores y plantas exóticas, de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur. 

En cuanto los árboles crecieron, las aves del cielo los eligieron para crear hogar en sus ramas y llenar el aire de su canto. Las flores, las más coloridas del gran jardín, esparcían sus aromas por el ambiente y cuando la Jardinera trabajaba en la huerta o recogía los cocos de las palmeras del fondo, el perfume de aquel rincón alcanzaba su afilada nariz, recordándole todo el amor y el esfuerzo que le había regalado a ese pequeño trocito.

viernes, 18 de agosto de 2017

Una de cal, para variar

Como un fogonazo de luz que te ciega al acuchillar la oscuridad de golpe.
Como un puñetazo imprevisible en la boca del estómago.
Como un viento huracanado que abre puertas y ventanas para asentar el caos dentro de casa.
Como el estruendo que te despierta y te asusta en lo más profundo del sueño.
Como el estallar de una guerra en medio de un remanso de paz.


Así llega la enfermedad, sin avisar, para paralizar la vida.


Y cuestionarte,

tambalearte,

ponerte a prueba.


El dolor envejece más que el tiempo, 
este dolor dolor que no se acaba, 
y que te duele todo todo todo 
sin dolerte en el cuerpo nada nada.

A tantos días de dolor se muere uno, 
ni la vida se va, 
ni el corazón se para, 
es el dolor acumulado el que, 
cuando no lo soportas, 
él te aplasta.

Mi accidente será un buen epitafio: 
Cuando una calle bajo el sol cruzaba, 
de dolor– o de amor– es lo mismo, 
murió desbaratada.

-Gloria Fuertes-

Fuerza, abuelo

lunes, 3 de julio de 2017

El viejo habitado de olvido

Un aliento gélido me mordió la piel al acceder a las entrañas de aquel santuario. Las paredes rezumaban humedad y el moho crecía a corros. La escasa luz que penetraba por las ventanas acuchillaba las tinieblas que envolvían la estancia.

Como cada tarde a la misma hora, lo vi hervir agua para preparase un té. Esta vez tampoco le añadió azúcar. "Amargo, como la vida", solía alegar. Y en su caso, así era. Tomó una cucharilla entre sus manos encalladas y removió el contenido de la taza. Después, encendió su desgastada pipa y le dio una calada. Le observé mientras se recostaba en la mecedora en un intento por recordar.

El tiempo y la miseria habían dibujado líneas sinuosas en su rostro curtido por el sol y marcado por alguna enfermedad. El cabello largo y plateado caía sobre sus hombros. De pronto, sus diminutos ojos grises, chispeantes y encharcados en lágrimas, descansaron sobre los míos.

- Sólo logro distinguir su rostro- musitó con la voz rota, como su alma de pirata.

Se aproximó a la rústica mesa de madera que presidía la habitación, encendió el candil y se inclinó para coger la pluma y comenzar a escribir. Bajo la luz tenue, pude apreciar esa caligrafía elegante que revelaba la altura de su linaje; muy diferente a la existencia de polvo y sombra en la que había anidado la costumbre. Lunes de borrachera, martes de resaca. Y el resto de la semana, asustando críos a la salida de la escuela, 
regalando flores silvestres a distinguidas damiselas o tocando un ukelele al que le faltaban un par de cuerdas. 

Soltó la pluma poco antes de que el aceite de la lámpara se agotara. El manuscrito era un entramado de sueños, recuerdos y momentos inconexos. Pero hablaban de ella. 
Una esperanza esculpida como una presencia en la memoria. Y al acabar la lectura, yo también pude contemplar su semblante. 

jueves, 8 de junio de 2017

Llamadas

L u z
E S P E R A N Z A
F u e g o
A g u a
C a r i c i a
A b r a z o
R e f u g i o
P u e n t e
C a y a d o
A c e i t e,  v i n o
S a l


Luz que ilumine las noches.
Fuego que proporcione calor.
Agua que sacie y limpie.
Caricia que provoque ternura.
Abrazo que reconforte, que haga sentir en casa.
Refugio que se convierta en acogida sin preguntas.
Puente para conectar personas y facilitar la comunicación, la tolerancia.
Cayado que sea apoyo en el que sostenerse frente al cansancio y las caídas.
Aceite y vino que sanen las heridas.
Sal para dar sabor y sentido a todo lo anterior.


"La esperanza no es la certeza de que algo saldrá bien, sino la convicción de que todo tiene sentido, independientemente de cómo resulte"

viernes, 19 de mayo de 2017

El plan de Anteros

«La vida es infinitamente más extraña que cualquier cosa que pueda inventar la mente humana. No nos atreveríamos a imaginar ciertas cosas que en realidad son de lo más corriente. Si pudiéramos salir volando por esa ventana, tomados de la mano, sobrevolar esta gran ciudad, levantar con cuidado los tejados y espiar todas las cosas raras que pasan, las extrañas coincidencias, las intrigas, los engaños, los prodigiosos encadenamientos de circunstancias que se extienden de generación en generación y acaban conduciendo a los resultados más extravagantes, nos parecería que las historias de ficción, con sus convencionalismos y sus conclusiones sabidas de antemano, son algo trasnochado e insípido».- Arthur Conan Doyle

A todos los sueños absurdos que invaden mis noches.

No era un día habitual en Hyde Park. Amaneció nublado, pero los rayos de sol lucharon con insistencia contra los nubarrones que tintaban el cielo de gris y por fin, el azul había invadido el territorio celeste. Por ese motivo, Teresa aprovechó para salir con las dos niñas que cuidaba. Era domingo y a las peques les encantaba caminar por los jardines y subirse en las barcas para navegar por el lago Serpentine. Ella también disfrutaba, aunque no podía evitar sentir cierta nostalgia por Madrid, su ciudad natal, y por el parque del Retiro.

Esa mañana, a mitad del paseo, Teresa había recibido un whatsapp inesperado. Ángel había recorrido los más de mil kilómetros que separaban Madrid de Londres para intentar arreglar lo suyo. “Lo nuestro" lo había llamado él, aunque ella tenía serias dudas sobre si seguían teniendo algo en común. 

Pero lo heroico del gesto de Ángel no era el viaje en sí, sino cómo lo había hecho: en coche. Y después de dos largos meses desde la ruptura. “¿No podía ser una persona normal y tomar un avión?”, pensó ella. Quizás deseaba sorprenderla así, pero consiguió el efecto contrario. ¿Qué pretendía demostrar? Aquello que tanto le había llamado la atención cuando lo conoció, ahora sólo la ponía de mal humor. Tal vez era porque, tras ese esfuerzo, era incapaz de decirle que no y mandarlo directamente a freír espárragos.

Quedaron esa misma tarde en Piccadilly Circus. Ella trabajaba en Manor House, podría coger la línea directa del metro y en veinte minutos llegaría sin problemas. No imaginaba que las cosas pudieran complicarse ni que el destino tuviera otros planes.

Él se encaminó hacia su cita con dos horas de antelación. No podía dormir y no aguantaba un minuto más de espera en aquel rancio cuarto del hostel, que no había tenido más remedio que compartir con desconocidos que le miraban raro. Las paredes pintadas de color remolacha más una única y diminuta ventana, que dificultaba la ventilación, le estaban causando claustrofobia. Hacía un siglo, ese edificio había sido una cárcel que había albergado a cientos de personas hacinadas, sin más vistas que el cielo oscuro y a menudo cargado de lluvia en la ciudad de Oliver Twist

Se había vestido con su camisa blanca favorita y la americana de las ocasiones especiales. Ante todo, no perder la clase ni la elegancia. Montó en su coche recién comprado y estuvo dando vueltas, estudiando donde podía aparcar para acercarse andando. Casi a la hora exacta en que Teresa comenzaba su tiempo libre, condujo hacia allí. Con un poco de suerte, podría recogerla, haciéndose el sorprendido por el encuentro. Atisbó una plaza de aparcamiento y se dirigió hacia ella. Sin embargo, no aparcó. 

- Hey, friend! Do you speak spanish, please? ¿Español? Necesito una manita… Help.– un hombre joven salió del vehículo estacionado justo detrás de la plaza libre. Tenía las mejillas y las manos sucias. Parecía que su coche le estaba dando problemas.

Ángel negó con la cabeza y continuó buscando sitio. No podía perder tiempo ayudando a ese pobre desesperado y tampoco le daba confianza abandonar su coche junto al de él. “No pierdas la paciencia, ya encontrarás un lugar mejor", se animó a sí mismo, mirando de reojo la hora que marcaba el reloj de su móvil.

Ella, por otra parte, había tenido una tarde de locura. Una de las niñas se había puesto enferma con vómitos y fiebre. Ni corta ni perezosa, cogió el coche de su patrón y la llevó a urgencias. Mientras le hacían pruebas a la menor y su hermana se dedicaba a patinarse por los pasillos, Teresa intentaba localizar a los padres. Acudieron al hospital cuando la situación se había calmado y la pequeña descansaba en una cama de una fría habitación, con paredes blancas y olor a desinfectante.

Salió más tarde de su hora y además tenía devolver el automóvil, porque los señores Shepard habían llegado en sus otros vehículos. Sin embargo, la suerte parecía sonreírle. Encontró un sitio amplio en Manor House, próximo a la estación de metro. “Cuándo regrese lo llevaré al garaje. No creo que a Mr. Shepard le importe por un rato", se autoconvenció con optimismo.

- Hey, friend! Do you speak spanish, please? - alguien interrumpió sus pensamientos. 

martes, 25 de abril de 2017

Amanece, que no es poco

"La utopía está en el horizonte. 
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. 
¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar".
- Eduardo Galeano -

Hay personas que siempre están contentas y derrochan energía. Otras, en cambio, respiran queja y amargura perpetua. Y luego está la gente como yo, cuyo estado de ánimo es una montaña rusa que no se ha diagnosticado como trastorno bipolar porque no llegamos a los extremos de depresión y manía (euforia).

He tenido un gran curso. De hecho, desde el mayo pasado, ha sido mi año de la esperanza, la calma y la alegría interior, a pesar de los malos ratos. Me preguntaba si sería capaz de continuar con esa esperanza como actitud existencial cuando me sobreviniera la crisis.

Y aquí estoy: esforzándome por permanecer fiel a esa promesa. No me traumatiza estar de bajón. Llevo como dos meses más flojilla y yo diría que comienzo a ver la luz. Es una etapa que pasará como tantas otras y seguramente dejando una enseñanza, un sentido y una retahíla de logros por haber sobrevivido.

Las crisis casi nunca son consecuencia de las circunstancias. Creo que mis circunstancias vitales actuales no pueden ser mejores (o sí, pero son muy buenas), sin embargo... 

Dicen que los momentos difíciles nos ayudan a crecer, pero también nos resitúan, nos hacen ver en qué hemos fundamentado nuestra felicidad, que suele ser en cosas provisionales, que se pierden o se truncan: mis sueños y proyectos, mis habilidades, mi estatus social, otras personas (pareja, amig@s, hij@s...), el trabajo o el estudio... Que puede ser muy sano y necesario, mas no lo principal. No obstante, pienso que hay que enamorarse de todo eso para vivirlo con intensidad.

Vivir la urgencia de lo cotidiano con corazón sencillo. Esta frase parece condensar lo que he estado rumiando durante la semana. Hay tantísimas cosas rutinarias por las que me siento agradecida... desde la naturaleza, el sol, la familia, mi perrica, la música, los libros, seguir aprendiendo y avanzando, compartir momentos con las personas a las que queremos, haber conocido a tantas otras que nos ensanchan el corazón, las sonrisas de desconocid@s, palabras o gestos espontáneos que no esperabas y te cosquillean por dentro, las oportunidades de tener experiencias únicas e irrepetibles... ¿Por qué no ver en esto pequeños milagros diarios? Que podían no realizarse, ¡pero nos suceden! Tampoco pueden cimentar la vida, pero vivir desde el agradecimiento por lo que cada día se nos regala, te cambia la mirada. Te ubica, aun cuando estás “chof”.

Parque Yamaguchi (Pamplona-Iruña)

Una vez, hablaba con una amiga de que sabía todo lo que había hecho por mí otra persona, que ambas conocíamos, y que yo no había sido capaz de agradecérselo, al contrario, me había portado fatal. “Pero te das cuenta. Eso ya es mucho”, me contestó. Sí, tengo la suerte de tener una amiga especialista en consolarme. Y además, que es verdad. Ser consciente de lo que somos, tenemos, disfrutamos, decimos y pensamos, cómo y desde dónde lo hacemos es importante. Aunque quizás no sea suficiente.

Vivir la urgencia de lo cotidiano con corazón sencillo. He ahí el secreto: la simplicidad. Dar las gracias por lo positivo y convertir las heridas en camino para acoger lo que venga con activa resignación o afilándose las garras para la batalla.

La verdadera alegría exige la confianza como actitud permanente, más allá del sentimiento. Y esa confianza que se da en la oscuridad es un don que vence cualquier miedo e insatisfacción. Permanecer, querer permanecer siempre: en la vida, en mis proyectos, en mis relaciones; haciendo memoria de lo bueno, de mis raíces y siendo honesta con una misma. Porque la salida está cerca y no sabemos a qué nuevas rutas puede abrirnos.

"Donde ahora te encuentras no estás para entender el mundo,
sino para comprender cuál es la voluntad de Dios para ti. 
Se trata de estar en tu lugar."
- Fray Miguel Tomaszek, ofm conv. -
Navidad'17

sábado, 25 de marzo de 2017

El botones enamorao

"Hoy me siento como un tango bailando en el viento"

La reconoció desde el momento que cruzó la puerta del hotel. Con esos ojos oscuros que se clavaron en los suyos y esa actitud segura y desafiante, de quien se siente satisfecha en su piel y con su vida. También de niña había tenido ese carácter rebelde, fuerte, indomable. 

Ella le sonrió, cortés. A él la perplejidad le paralizó por un instante, mientras la contemplaba pasar por su lado, dejando una estela de su perfume natural, ése que tanto le gustaba. Se aflojó el nudo de la corbata y respiró hondo.

Sus idas y venidas eran continuas, así que él pronto se acostumbró a su presencia durante unos días, para después volver a cargar su maleta y verla marchar.

Hasta pudieron compartir alguna conversación, cuando subía a su habitación a llevarle algún pedido. 

Aprendió a recordar el significado de sus gestos y a fijarse en los detalles, como la foto de su familia que colocaba junto a su máquina de escribir, su afición a leer mientras desayunaba o dibujar garabatos cuando hablaba desde el teléfono de recepción. Siempre lucía algo de color naranja en su atuendo, si no era un vestido, eran unos zapatos o un broche. Y siempre esa mirada tatuada de tristeza que pretendía camuflar a base de pintura. Incluso eso le gustaba. Porque para él no tenía secretos, aunque ella lo ignorara por completo.

Todo en aquella mujer había cambiado y, sin embargo, le despertaba la misma emoción y cosquilleo de hacía tantos años. 

No se atrevía darse a conocer. Si fuera especial... como uno de esos elegantes señores que bebían champán en el salón del hotel en los grandes eventos o como los artistas refinados que se alojaban de vez en cuando y a los que solía ver rodeados de admiradoras. Si fuera alguien con conocimientos del mundo como ella, con estudios y clase... Pero es un simple botones con su estúpido y ridículo uniforme. Y pensar que ella le había considerado un descarado en aquella ocasión, cuando  le había confesado que la quería... Han bastado unos años para que ni siquiera sea capaz de mirarla a esos ojos en los que antes se perdía.

Así que el joven botones vuelve cada noche a la habitación que alquila en una cochambrosa pensión, con las manos en los bolsillos y el ánimo por los suelos. Las esperanzas que despertaron con el amanecer, retornan desgastadas junto a sus viejos zapatos. No había reunido el valor.

"Pero todo cambiará al día siguiente" piensa, mientras apoya la cabeza en la almohada, dispuesto a soñar. Y al despuntar el alba, vuelve a cargar bolsas y maletas y a mostrarse educado y solícito con l@s client@s nuev@s o con aquell@s que dan por finalizado su hospedaje. Está preparado para hacer lo que sea necesario y de la mejor manera posible, hasta encontrarla de nuevo o que ella le encuentre.

De pronto, la ve de refilón a la salida. Él mismo ha portado sus pertenencias hasta el taxi que la espera. Y ese coche, -le parece- se lleva algo suyo, porque desde luego, a él le falta una parte de sí mismo cada vez que la ve partir. Entonces, ella le saluda y se acerca peligrosamente. Él corresponde a su saludo de un modo cordial, quizás peca de excesiva timidez. Él, que para nada es tímido. No puede evitarlo.

"¡Espera!", le llama y él obedece. Se sitúa frente al botones que tanto le cuida y con quien se siente tan auténtica, sin necesidad de demostrar su valor constantemente. Es lo que le hace especial: no le juzga. Por eso le gusta tanto. Pero hay algo más. Le estudia con curiosidad y detenimiento. "Me recuerdas a alguien a quien quise mucho", le dice. Se miran a los ojos y descubren en sus miradas algo que les embriaga de ilusión y que lo cambia todo.

jueves, 16 de febrero de 2017

Bajo una retama

"Confieso haber mordido el polvo,
haber tocado fondo, haber besado el suelo.
Confieso que me equivoqué más veces que acerté, 
que quise ser lo que no era.
Confieso que más de una vez,
al verte me cambié de acera."
- El Kanka -

Yo...
Tan grande
       Con mi fortaleza inventada
       Con mi afán de protagonismo
               Mi ansia de poder
               Mi cultura del descarte: determinadas personas, determinados ambientes.
La capacidad de control
      Mordiéndome la lengua para cumplir el protocolo o no parecer distinta al resto.
La sensación de ser mejor.
               Maquillaje en las mejillas y también en el corazón.
       Superviviente en un mundo competitivo.
Las buenas notas,
La moda para ser guay.
      Recibir piropos bonitos, adulaciones y sucedáneos.
El deseo de superioridad y de comodidad.
      Ganar prestigio.
Mis razonamientos, ideas y mi lógica ante todo. La supremacía de mi verdad.
               Seguridad como máscara.
El convencimiento de que merezco éxito.
      Comparándome con otras personas.
      Apegándome a objetos y sentimientos.
      Apropiándome de todo lo que considero mío. Sin vivir los dones como regalo.
Tan orgullosa por lo bueno que dicen que hago.
Pagada de mí misma.
Exigente, claro, pero no conmigo.
                                                                            "Sin pecado concebida".

Fuerte, correcta, inteligente, capaz, segura, implacable y horriblemente complicada. 
Pura apariencia.


Tú...
Tan simple.
Abierto a lo que venga.
Abrazo que acoge a cansad@s, agobiad@s y perdid@s.
Esencia de fraternidad.
Amante de lo imperfecto.
Sencillo,
Terreno,
Mendigo,
Pequeño.
No importa dónde o por qué hayas caído: ¡levántate!
Con tus paradojas.
Tu predilección por lo torpe,
Por mí,
Por lo débil,
Lo inseguro,
Lo humilde,
Lo impopular.
La falta de éxito,
La ausencia de habilidad,
La realidad herida.
Lo marginal,
Lo caduco,
Lo difícil de aceptar,
Las caras lavadas y sin peinar,
Lo bello,
Lo brusco,
Lo sutil,
Lo inútil,
Lo ingenuo y hasta lo ignorante.
Lo escondido,
Lo pobre,
Lo enfermo,
Lo inquerible y despreciable,
Lo feo y lo no aceptable,
Lo tradicionalmente incorrecto,
Lo heterodoxo e impulsivo.
Abrazable y abrazante.
Entrañable.
Apasionado y apasionante.
                                           Auténtico...

Y la ternura, entrando contigo por la ventana, descorriendo las cortinas y saboteando mi apático encierro.
(Una huella imborrable, tatuada en la memoria de una vez para siempre).

Como un haz de luz que ilumina la noche, resquebraja los muros, se cuela por las rendijas. Rasgando mis cadenas, vistiéndome de colores, regando mi autoestima.

Al final, efectivamente, allá está, en un rincón agazapada, todavía asustada y harapienta: mi niña interna. Eternamente vulnerable.


Yo... 
gastando tanto esfuerzo y tiempo de vida en disfrazarme. 
Y tú... 
besándome las heridas, porque ahí estoy desnuda.
Gracias.

"¿No sabes que donde está tu herida, está tu don?"
- Ángel Moreno de Buenafuente -