Una, única, inigualable.
Presencia
habitada y habitable.
Por la que soy inundada.
En la que vivo y
desde donde soy plena,
sin ser más de lo que soy.
Presencia,
que es tierra de encuentro,
hogar,
instantes compartidos con quien es diferente,
sin límites, ideas o fronteras.
Que es abrazo profundo, paterno y tierno.Presencia
luminosa
y sumergida en las noches del mundo.
En la noche de la violencia,
de la enfermedad,
de la miseria,
de la incomprensión,
de la envidia y la venganza,
del egoísmo y la indiferencia,
de la persecución,
de la soledad,
del mal.
En mi propia oscuridad,
ancla de esperanza.
Sanando las heridas,
o evitando que sigan doliendo.
Pasando desapercibida.
Sin darme cuenta que es el faro que me permite continuar.
Presencia
inocente,
que ve siempre lo mejor,
de la que somos imagen,
la cual es reto y meta.
Presencia
traducida en sueños
y no en ensoñaciones,
en llamadas
y no en cantos de sirena,
en verdad pura
y no en fuegos artificiales.
Presencia
mendicante,
disfrazada entre los amigos que duermen en las calles.
Escondiendo el rostro entre tantos,
atravesando mi historia,
tomándome de la mano,
para susurrar palabras bonitas al corazón
que todavía no entiendo.
Presencia
tan evidente en la belleza.
Especialmente en la naturaleza,
en los animales
y en la música.
En un paisaje,
en la tormenta
y en los ríos de agua anegando las aceras.
En la niebla baja.
En el sol radiante.En la noche clara.
El atardecer.
Presencia
libertaria y libertadora.
Esencialmente fraterna.
Palpable en la alegría regalada
y en los momentos de amistad.
En la risa y en el cuidado mutuo.
En las conversaciones sin malicia.
En esas miradas que miran bien.
En esas escuchas que buscan comprender.
En caricias que alivian el peso.
En el ímpetu de quienes luchan
pacíficamente
por la justicia y el bien común.
En quien te quiere sin amarras y te ayuda a crecer.
Presencia
cotidiana y sin grandes arrebatos.
Sin éxtasis.
Sin alienaciones místicas.
Sólo paz y esa mirada sobre mí.
Que no me quita nada.
Pero me acompaña,
está,
permanece,
confía.
Presencia
divina en un establo.
Presencia
despreciada por el mundo.
Presencia
amada
por l@s más pobres,
l@s desheredad@s
y por extranjer@s.
Presencia
tan sublime que se abaja
a la fragilidad humana,
a la fragilidad de la infancia.
¿Qué es Navidad sin ti?














