"Los lirios. Los almendros florecidos.
El olor de la higuera.
Una alberca y un huerto.
La neblina de nácar
cuando atardece por el monte Aljibe.
El canto de los grillos que me lleva a la infancia.
Las primeras estrellas, lejanísimas.
La noche rumorosa.
La casa en que me esperas: tu mirada
perdida en el silencio de algún libro.
Algunas brasas. Tu sonrisa...
Si la muerte es el precio, qué barato."
- José Mateos -
No puedo dormir pensando si disfrutar del sol, de las estrellas, del mar o del bosque, de la poesía o del descanso es un privilegio de clase.
No hablo del pan de cada día,
de un techo bajo el que cobijarse,
del empleo digno
o de la calefacción en invierno.
Esos son derechos fundamentales que garantizar.
Hablo de algo más allá.
Esas cosas que te conducen por el camino de la alegría y que se ve bloqueado por la sed de dominio entre iguales.
Que no me responda nadie que no sea
el niño que mira al cielo en Gaza;
la migrante que espera pagar el alquiler siendo esclavizada;
la niña que porta un rifle en Colombia,
cuando quisiera sostener una flor.
Una mujer que espera horrorizada un nuevo golpe o algo peor;
el abuelo enfermo
o el agonizante en soledad.
El africano que lucha por su vida cruzando el mar,
el que es juzgado por habitar la oscuridad de las adicciones,
la mujer embarazada que no desea ser madre.
El hombre que sufre la usura de gente con unas mínimas cuotas de poder y sin escrúpulos;
la chica que experimenta rechazo por su condición;
la niña no abrazada nunca sus padres.
Las noches del mundo.
Víctimas del sistema.
Ojalá ser tan leve como el jilguero,
al que sólo se intuye entre las ramas del ciruelo,
o como la golondrina en su juego con la brisa marina.