martes, 31 de marzo de 2020

Confesiones y método de una confinada

“En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible.  
En medio de las lágrimas descubrí que había, dentro de mí, una sonrisa invencible. 
En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible. 
Me di cuenta a pesar de todo que... 
En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible. 
Y eso me hace feliz. 
Porque esto me dice que no importa lo duro que el mundo empuja contra mí; 
en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, 
empujando de vuelta.” 
- Albert Camus- 
(Fragmento de El Verano) 


Queridxs amiguitas y amiguitos, 

Odio que me digan que soy una persona tranquila. “Si no es algo malo” suelen alegar. Pero es que la procesión va por dentro y además me considero una persona activa, que antes de la cuarentena no paraba en casa sino un día a la semana. Bendito sábado. 

Sin embargo, debo reconocer que el confinamiento lo estoy viviendo así: tranquila. Más que con tranquilidad, diría con calma. Me gusta más esa palabra y creo que define mejor mi estado. Está resultando una experiencia de lo más reveladora, que me ha ido despojando para mostrarme la realidad desnuda, auténtica. 

Al principio me costó un poco. Tenía muchos momentos de bajón, pero ¿qué esperabais? Antes, ya se me caía la casa encima cuando volvía por la noche y me encontraba en estas soledades, acostumbrada a vivir en familia. Y es que la independencia tiene cosas maravillosas, pero también sus defectillos (sí, amiguitxs, la emancipación también ha llegado a mi vida). 

Lo diré sin rodeos. Lo que me ha salvado la situación es la oración. Nunca ha sido mi punto fuerte, pero una tarde, Dios vino a visitarme y ¡aquí se ha quedado! Permanece, haciéndome compañía. Nunca voy a poder darle las gracias de modo suficiente. Es un súper papá, en serio. Y bueno... si no creéis, pues os hablaría de la meditación, pero es que creo ¡que no tiene comparación! 

También mantengo contacto con mi familia, amig@s y hablo con personas que están solas para las que esta cuarentena es especialmente dolorosa. Es bonito sentirse unida a las personas que quieres, a pesar de la distancia. Os aseguro que llamaría a más gente, pero me da vergüenza. 

Trabajo. A partir de abril por semanas alternas en casa o en la oficina. Esto también me mantiene estable, el comunicarme con otra gente, conocer sus problemas e intentar echar una mano (aunque ni mucho menos es tan sencillo y agradable como parece). Creo que en este estado de alarma, deberíais empezar a valorar más a vuestras trabajadoras sociales. Por lo menos, estaría bien que se visibilizara nuestro trabajo, aunque no esperamos aplausos ni tampoco los necesitamos. Mis compañeras son uno de mis apoyos fundamentales y es que, creo que después de diez meses trabajando codo a codo, puedo decir que estoy enamorada de ellas. Tantas cosas no las hubiera vivido igual si ellas fueran otras... 

Me cuido. Me peino, me ducho, como sano, me visto con ropa de persona y hago deporte. Mantengo limpio mi pisito. Sigo activa en redes. A veces, incluso estudio, aunque debería hacerlo más. Es muy básico, pero lo aclaro. Creo que es bueno. Probadlo.

Leo. Desgraciadamente, he terminado los libros que me descargué y he agotado los datos de internet. Siempre me quedarán mis favoritos, que me traje en la mudanza: las novelas de Carlos Ruiz Zafón, de Khaled Hosseini, algún libro de JM R. Olaizola sj, "Sabiduría de un pobre" y los Escritos de San Francisco de Asís. La literatura es un regalo de la vida. 

Escribo. Escribo mucho. Lo primero que se me pasa por la cabeza y que no me requiere esfuerzo. Seguramente lo acabe borrando, destruyendo o puede que algún día arregle esos textos para que formen parte de este blog. También continuo con mi “cuaderno de campo”, una especie de diario que escribo desde hace muchísimo. En estos días, estuve leyendo los anteriores y os lo prometo: yo antes tenía sentimientos súper puros y genuinos. Espero conservar algo de eso. ¡Seguro que sí! Para ser sincera, durante este tiempo, he descubierto cosas mías que no sabía o que era incapaz de nombrar. He reconocido miedos, inseguridades, debilidades... Y siento que han sido iluminadas, acogidas, besadas y abrazadas. ¡Cuánto necesitaba de un parón así! Todavía tengo miedo. Pero también esperanza. No tengáis miedo al silencio y a miraros, de verdad. Creo que es lo más bonito que nos puede pasar. Que nos miremos y nos reconozcamos. Con todo lo que somos.

Apenas veo la televisión. En principio, porque no sé qué fallo tiene el cable de la antena que hay que moverla con cariño hasta que encuentra una posición donde esté a gusto y deje de verse con rayas y de hacer ruidos extraños. Ayer vi un programa sobre el Congo que me estrujó las entrañas. También sigo la Eucaristía. Me gustaba más ver las misas online con los sacerdotes de siempre... En cualquier caso, Dios y yo nos apañamos. 

Escucho música prácticamente todo el día. La música tiene el gran don de acompañar los procesos. Esuchad música. De todo tipo. El Kanka siempre es una buena opción para comenzar con buen pie. Ponedle banda sonora a vuestro día y a vuestro estado de ánimo.

Me acuerdo de mucha gente. Esto también me ayuda a ensanchar el corazón. Creo que no hay nadie que haya conocido en mi vida que no haya estado presente estos días en mis conversaciones con Dios. Sean amig@s o enemig@s. Pensad en vuestra gente, recordad los momentos compartidos y agradecedlos. Es una manera de tenerles cerquita.

Recuerdo mucho a los enferm@s y a quienes l@s cuidan (sobre todo a l@s que conozco), pero también tengo un pensamiento por todas las personas (seres en general) que sufren la violencia en cualquiera de sus formas, aquí y al otro lado del planeta. Personas que no pueden ver la cara amable del confinamiento porque sus necesidades básicas de alimento, vivienda, seguridad y afecto no están cubiertas. Especialmente casos de mi trabajo, de las infancias (que muchas veces tienen rostros y nombres concretos), las mujeres, personas mayores o aquellas que carecen de un hogar y de una palabra que se transforme en caricia. Tantas personas heridas en su dignidad, sumergidas en las noches del mundo. No sabemos lo privilegiad@s que somos much@s de nosotr@s.