"Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada persona guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios."
- León Felipe -
Francisco de Asís es el “hombre del abrazo”: abrazó a Cristo, abrazó al leproso, abrazó al lobo, abrazó al sultán, abrazó a toda la creación, abrazó a sus hermanos/as y a sí mismo.
¿Cuál es el mejor carisma? Y ¿por qué el franciscano? 😜😌
El pasado 22 de octubre profesé en la Orden Franciscana Seglar (OFS) (junto a mi compi😍). Esto significa que me comprometí a vivir el Evangelio al estilo de Francisco de Asís, en fraternidad y como laica. Hacía tiempo que quería compartir esto por escrito, pero las palabras siempre se me quedan cortas y no trasmiten lo que me gustaría. Aún así, lo voy a intentar, sabiendo que hay ciertas cosas que no se pueden explicar y deben quedarse para la intimidad personal.
Me llena de ternura saber que Francisco tomó mi mano hace tiempo y que ni siquiera lo había notado. Es increíble sentir su presencia sencilla -¡tan como él!- a lo largo de mi historia, entre renglones torcidos y callejones sin salida, que me obligaron a retroceder hasta descubrir de nuevo las pistas que me guiaban por la ruta acertada. Es bonito escuchar ese clic interior, cuando esa pieza de formas y dimensiones concretas, encaja perfectamente en el espacio vacío que se oxidaba dentro de mí. Y tiene sentido por qué tantas veces, otras voces no me terminaban de convencer, aunque las admirase.
Ahora soy consciente de la exigencia que implica ser buscadora, la libertad de no perder esa actitud curiosa y rebelde, que no se deja llevar por los consejos y opiniones de quienes creen estar llenos de certezas sobre una misma. Llegas a pensar que quizás eres demasiado rara, que esa sed de algo más es sólo insatisfacción y no hay un hueco para ti. Pero sí, siempre lo hay, a pesar de las dudas y el temor a equivocarse. El proceso es necesario ¡y también se celebra! ¡También es un regalo! Además, con este paso no termina la búsqueda, al contrario, comienza la aventura. La aventura de imitar a Francisco en su seguimiento de Jesús, un Dios mendigo. ¿Hay camino más utópico y apasionante? ¿No es cierto que lo que merece ilusión y ganas tiene su dosis de idealismo?
"Todo es don". Durante este mes, se me repetía constantemente esta letanía. Y lo experimento realmente, con la seguridad de haber sido escogida por lo que soy. No importa con quién esté o qué haya que hacer. El flechazo va al centro de quién soy. Por eso, la alegría es tan expansiva y nace de lo más profundo, de ese cuarto oscuro interno al que no se suele acudir, pero donde se guarda lo más valioso. Aunque con el transcurso de los días, entiendo que toca descender de la montaña de la felicidad para palpar tierra firme, a pesar de que el cielo parezca más lejano.
Sin embargo, la experiencia se me ha quedado grabada a fuego en la memoria. Y permanece un eco que me enseña a disfrutar de los milagros cotidianos: de los amaneceres tardíos, de la lluvia fina que me empapa cuando regreso del trabajo sin paraguas; de cuidar personas cuyas heridas no me resultan ajenas y de luchar por las causas justas sin perder la paz ni la identidad; de las conversaciones sin trascendencia y de la risa contagiosa de los niños; de las tareas domésticas con música a todo volumen o del relajante tiempo de lectura; del arrullo del río, de los patitos en procesión por la orilla o del recital de poesía que nos brinda este otoño de fantasía. Es imposible no vivir desde esta serena alegría mientras se conserve la mirada agradecida. Esperanza y gratitud son las dos caras de una misma moneda.
Por último, no se explica este sentimiento de pertenencia, sin Francisco y sin el ensanchamiento de corazón que me provoca desde los inicios oír hablar de él, leer sus escritos o la Regla. Por no mencionar el testimonio de muchos frailes, que hicieron crecer esta semillita franciscana.
Francisco me ha enamorado, sin ser yo una estudiosa de su figura o su espiritualidad (¡qué más quisiera). No deja de sorprenderme cómo un hombre de la Edad Media tiene tanto que decirme hoy.
Pero si tuviera que resaltar un aspecto que me encantaría lograr imitar sería el espíritu de infancia, ese ser pobre de espíritu, esa simplicidad. Francisco era un hombre simple, un hermano menor en permanente proceso de kénosis (abajamiento, vaciamiento, donación). Él se hace pequeñito, evoca la mansedumbre del Cordero, y desde esa posición puede acercarse a todas las personas (fraternidad), de manera preferente a las más vulnerables, de igual a igual. Y esa minoridad, también le da una gran libertad interior, le permite ser auténtico, con sus debilidades y talentos... Elemento clave para vivir la pobreza y la verdadera alegría.
Es un desafío estupendo... Habrá caídas, habrá errores, incluso obstáculos que nunca pueda superar. ¿A quién le importa? Es posible ir por la vida siendo frágil. Es posible vivir en armonía. ¡Vamos, que se puede!!