"Son verdaderamente pacíficos aquellos que, con todo lo que padecen en este siglo, por el amor de nuestro Señor Jesucristo, conservan la paz en el alma y en el cuerpo"
(Adm XV)
Hay historias que merecen la pena ser escuchadas una y mil veces. Hoy le tocaba el turno a fray Manolo y a sus andanzas por tierras tan queridas como lejanas. Bueno no: son más que queridas, aunque un charco de nada nos separe.
Y las fotografías siempre ayudan a iluminar el relato. Las imágenes de las décadas de los 80 y los 90 tienen esa belleza especial de la sencillez de vida, da igual si son de aquí o del otro lado del planeta. Me llama la atención cómo se parecen, desprenden la misma magia.
Medellín se ha desarrollado y ha crecido en estos años. Sin embargo, continúa con su característico paisaje urbano de ladrillo, extendiéndose colina arriba y una gran multitud de personas siguen reuniéndose para celebrar que Dios es bueno. A pesar de las desgracias, como el derrumbe que hubo en Villatina en el 87, en extrañas circunstancias y que acabó con la vida de muchas familias.
Fray Manolo habla con tanto cariño de su experiencia en Colombia que parece que lo está viendo según lo cuenta y yo lo revivo con él a través de sus palabras. Me parece verle subir por la ladera de pendiente infinita, descender hasta la Estrella para ayudar, pararse a hablar con la gente y celebrar los oficios de Semana Santa en la parroquia Hermano Francisco.