In memoriam
“Hoy mismo me he
encontrado con algun@s de l@s
nuestr@s, que vienen a comer aquí.
¡Son tan amables! Dan las gracias desde lo profundo de sus
corazones. No tienen nada. No es que les hayamos dado nada de más,
pero ha bastado esto para darles la sensación de que se les ama, de
que hay un lugar adonde pueden venir, de que se les ofrece un amor de
hechos, de que se les toma en consideración”. “De l@s
pobres he aprendido lo pobre que soy yo misma. Me dan infinitamente
más de lo que doy: su alegría (se contentan con todo), su vitalidad
para existir, su acogida, su manera de aceptar”. (Madre Teresa)
Hace un año que
estuve en el Raval de Barcelona con las Misioneras de la Caridad. No
escribí nada entonces, imposible ponerlo en palabras. Lo hago ahora.
Desde que llegó el
otoño con su melancolía y sus cielos grises, los días que viví en
el Reina de la Paz retornan a mi mente y a mi corazón, produciéndome
esa sensación de calma y paz que me embriagó durante toda la
experiencia. Pero no sólo la sensación. Sobre todo vuelven las
personas. Tanto usuari@s como
voluntari@s. Fueron tan buen@s
conmigo... Sueño con verl@s y achucharl@s. Se me ensancha el alma.
¿Anécdotas? Muchas. Fregar los suelos con Mistol y luego patinarse
por los pasillos puede ser divertidísimo.
Especialmente, me
embeleso cuando las personas usuarias del comedor se asoman a mis
pensamientos, silenciosos, de
puntillas, sin querer molestar.
“Las
personas que vienen al comedor... no todas son “sin techo”, pero
pasan por una mala racha. La mayoría han hecho carrera en la calle,
son expertas en soledad, tienen máster en sufrir maltrato y, a pesar
de ello, son doctoradas en humanidad”, escribí.
No sé cómo explicarlo... tanto ellos como las personas en situación de sinhogarismo de Granada me enseñaron tantas cosas importantes de la vida que, últimamente, con el día a día y la rutina de seguridades, se me están olvidando... Ellos me hacen mejor persona. Ellos, que tan mal lo pasan y lo han pasado, tienen detallazos simples que me alegran irracionalmente: una sonrisa, una mirada, un “gracias”, un saludo o una despedida, un piropo, una conversación, un ajedrez bajo tensión, un dominó entre risas, esos vaciles... sobre todo esos vaciles. Ir paseando por las calles de Graná saludando ángeles de las aceras allá donde vayas... no tiene precio!! ¡Qué simpatía y qué arte!!
No sé cómo explicarlo... tanto ellos como las personas en situación de sinhogarismo de Granada me enseñaron tantas cosas importantes de la vida que, últimamente, con el día a día y la rutina de seguridades, se me están olvidando... Ellos me hacen mejor persona. Ellos, que tan mal lo pasan y lo han pasado, tienen detallazos simples que me alegran irracionalmente: una sonrisa, una mirada, un “gracias”, un saludo o una despedida, un piropo, una conversación, un ajedrez bajo tensión, un dominó entre risas, esos vaciles... sobre todo esos vaciles. Ir paseando por las calles de Graná saludando ángeles de las aceras allá donde vayas... no tiene precio!! ¡Qué simpatía y qué arte!!
Son milagros vivos,
porque es imposible que sean tan buenos
cuando una sociedad ciega, sorda, muda, insensible e indiferente les
da la espalda. Ellos hacen grande lo
pequeño. ¡Los echo tanto de menos! Cada
uno es insustituible. Acogen sin reservas.
Cada día me daban lecciones de humanidad. Creo que es porque no
tienen nada que esconder ni que aparentar. Su mirada va directa al
corazón, no hay antifaz, careta o disfraz que pueda engañarles. La
pobreza se les ha convertido en amarga, frívola y agresiva miseria,
monstruo que les ha enseñado demasiadas veces a ser desconfiados.
Que no se me acostumbre el corazón a esto... El valor de su dignidad resulta tan evidente... Su derecho subjetivo a una vivienda, a la alimentación, a la higiene, al respeto...
Que no se me acostumbre el corazón a esto... El valor de su dignidad resulta tan evidente... Su derecho subjetivo a una vivienda, a la alimentación, a la higiene, al respeto...
En Barcelona, cada
mañana, atendíamos a 400 personas en dos turnos. Nacionales,
nórdicos, latinos, marroquíes,
asiáticos, hindúes, de África subsahariana... hippies, rastafaris,
punkis, bboys, frikis... padres de familia, solteros,
jóvenes, mayores, algunas mujeres... Muliculturalidad y diversidad
al poder.
Aun me parece que me
toca la nariz ese olor concentrado a sudor y tabaco, a calle y
soledad. Aun veo esas manos encalladas de uñas negras, esos rostros
tatuados, barbudos y enfermos. Aun me desarmo ante esas miradas
humildes, de quien ha visto y vivido situaciones tan inhumanas que
repugnan solamente pensarlas. Son tantos instantes y tantas palabras
que se atesoraron en el corazón para siempre... ¡Y servir a las
Hermanitas del Cordero... Ése sí que fue un regalazo!!! ¡Y comer lo
mismo que servíamos en el comedor... ¡¡TRASPASANTE!!
Recuerdo que uno de
mis últimos días, me dejaron recibir a las personas en la puerta
con el voluntario más simpático y adorable (¡Manolo! ¿Cómo hago para volver a verte?). Teníamos que darles
una cuchara y una servilleta. ¡Nunca he sido tan feliz como entonces
en ese contacto directo! Saludarles con una sonrisa, mirarles
directamente a los ojos, intercambiar algún comentario o alguna
broma, ¡me ponía tan nerviosa...! Porque merecen un trato
exquisito, mejor que el de reyes y grandes prohombres... Son
ángeles... y, paradógicamente, se sienten tan poca cosa, hundidos
en el fango, en la cloaca de la vida... No sabía nada sobre ellos,
sobre su vida y es lo mejor para no juzgar.
En realidad, entre
tanto ángel de estómago vacío, la única mendiga era yo, porque
ellos suponen algo que necesito y sin
ellos me falta lo esencial, que no sé que
es. ¿Luz? No es por su circunstancia social ni económica... es por
cómo son. Auténticos en sí mismos.
Escribí mucho
después de cada servicio y al releer las anotaciones pienso que
estaba loca de atar.
Lo fundamental de
esta experiencia y que todavía no he mencionado tiene nombre: Jesús
de Nazaret. Me fui totalmente abandonada en Él. Sin saber qué iba
hacer, dónde iba a dormir... ¡a la aventura!! (y con mucho miedo).
Por aquellos días, mi lema de vida después de unos Ejercicios
Espirituales era “Me basta tu Gracia”. Fue una gozada
experimentarla. Lo más grande.
Por eso, en estos momentos que me da por recordar, se reaviva mi fe escasa y endeble, porque esto lo he vivido yo, ni me lo han contado ni lo he leído. No es un cuento, ni una fábula, ni una lección sobre dogmas y catecismo. Fue real. Es real. Y simple, nada sobrenatural. Jesús estaba en todo y en tod@s. Él era mi compañero, mi causa y consecuencia, mi meta y mi guía. Muchas veces, parecía que estaba fumada. “Hasta fregar platos o barrer suelos tiene un sentido mayor y lo hago con gusto porque lo hago por ellos."
Recuerdo que después de esos días siendo una vecina más del barrio, se me abrió tanto la mente y el alma que tenía unas ganas enormes de acoger y querer a todo el mundo. Y de regreso a casa, compartí autobús y conversación sobre cualquier tema imaginable, con un cubano afincado en Lleida y de nombre divertido. Cosas de los viajes.
Por eso, en estos momentos que me da por recordar, se reaviva mi fe escasa y endeble, porque esto lo he vivido yo, ni me lo han contado ni lo he leído. No es un cuento, ni una fábula, ni una lección sobre dogmas y catecismo. Fue real. Es real. Y simple, nada sobrenatural. Jesús estaba en todo y en tod@s. Él era mi compañero, mi causa y consecuencia, mi meta y mi guía. Muchas veces, parecía que estaba fumada. “Hasta fregar platos o barrer suelos tiene un sentido mayor y lo hago con gusto porque lo hago por ellos."
Recuerdo que después de esos días siendo una vecina más del barrio, se me abrió tanto la mente y el alma que tenía unas ganas enormes de acoger y querer a todo el mundo. Y de regreso a casa, compartí autobús y conversación sobre cualquier tema imaginable, con un cubano afincado en Lleida y de nombre divertido. Cosas de los viajes.
La Madre Teresa me
terminó de enamorar al conocerla más. Las sisters son muy
buenas, pero tan frías... Sin embargo, me encantó que fueran
mujeres fuertes, recias, infatigables. Cuando vi por primera vez el
sari casi me desmayo de la emoción, y ese rezar suyo en inglés
(Holy Mary, Mother of God, pray for us...), sentadas en el tatami de
la capilla, descalzas... ¡asdfghjklñ!!
También fui
afortunada porque los jueves no había comedor y me dediqué a
visitar Barcelona en compañía de esa soledad que es musa de poetas
y artistas bohemi@s; sintiéndome una privilegiada en todo momento,
mientras caminaba Rambla abajo hacia la Barceloneta o me perdía por
esos callejones tétricos del Barrio Gótico. Una auténtica
afortunada. Sin embargo, añoraba a la gente del comedor. La belleza
de una ciudad no se puede comparar a la belleza humana. Nunca.
Casi al final,
acompañé a las sisters a la Sagrada Familia, donde se juntaron
todas las Madres Superioras de la provincia. Escuchamos Misa en la
cripta de Gaudí, mientras un centenar de flashes nos ametrallaban
desde la basílica. A continuación, hicimos un pequeño tour por esa
catequesis construida a base de piedra y Providencia. Para acabar el
día, celebraron una fiesta privada (sólo para monjas) en la casa de
Sabadell donde aproveché para hablar con varias chicas que estaban
acogidas allí, ¡muy lindas! A la vuelta, fuimos cantando canciones
religiosas en inglés como locas y saludando a jóvenes en limusina.
Lo que más me costó
fue la despedida, sólo comparable al desgarro al tener que abandonar
a mi gente de Granada, y es que allí también fueron las personas en
situación de “sin hogar” las que dieron felicidad a mi año
lejos de casa. Fueron mi familia- o así lo sentí- porque me dieron
todo el cariño necesario, todo el ánimo que requerían mis últimos
esfuerzos antes de terminar la carrera, aumentaron mi autoestima
hasta límites insospechados... “Te hemos dejado un pedacito de
Dios”, me dijo uno cuando fui a verle al hospital el último día.
Un pedacito no, a Dios entero, infinito. Son tan generosos...
Es curioso
reflexionar sobre los sentimientos encontrados al recordar...
regocijo, calma, cariño inmenso, agradecimiento, envidia de mi yo
pasado con pase VIP hacia la felicidad... "Mientras yo viva, ellos no morirán" (ref. Gabriel Marcel). Y, algún día, volveré al Arc de Sant Agustí...
Al
terminar de escribir esto, vuelven a conseguirlo. Las personas en
situación de sin hogar siempre acercan a ese Amor divino y humano.
Será porque se parecen muchísimo a Él. Porque son Él. “A
mí me lo hicisteis...”
"La
impotencia que se experimenta junto al pobre, el miedo que nos
atenaza... dejan lugar al amor que nuestro pobre corazón no puede
producir, a un amor hasta entonces desconocido. Sí, otro corazón
late en el nuestro, el de Jesús que ama al pobre y le salva
haciéndose uno con él, haciéndose un@ conmigo. Sí, la
Misericordia que nos envía hacia l@s pobres es un amor más fuerte
que la muerte. Del seno de estas tinieblas, en medio de tantos
rostros de sufrimiento, surge la Santa Faz de Jesús, que irradia
esta luz del Amor que las tinieblas no pueden alcanzar. El Divino
Mendigo busca nuestra fe, nuestro amor, nuestra adoración, para que
en la noche del mundo, estallen la ternura del Padre y la consolación
del Espíritu Santo, el poder de la Resurrección, victoriosa de las
tinieblas, del mal y de la muerte.
En su persona, Jesús ha dado muerte al odio." (Htas. del Cordero)
Haznos dignas, Señor, de servir a nuestr@s herman@s.
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.