sábado, 22 de julio de 2023

Ciudad de luz

"Hay pedazos de vida
que son sueños enteros."
- Martha A. Alonso -

Hacía diez años que no me perdía a solas con mi mismidad y con aquel que siempre la acompaña en una ciudad desconocida. 

La sensación de libertad se apoderó de mí. No sé por qué suelo pensar que algo saldrá mal... No sé... como un sentimiento de incapacidad que me constriñe y que debo trabajarme, porque luego todo me parece extraordinariamente fácil.

Fue imposible no iniciar la aventura con confianza plena mientras contemplaba, desde el autobús, el maravilloso paisaje que se me regalaba: bosques de pinos, escarpadas montañas, pequeños valles salpicados de casitas y en las laderas, algún que otro refugio construido por la milenaria basandere para proteger pastores y animales. 

El cielo estaba de mi azul favorito, como si alguien se hubiese levantado temprano para pintarlo con el matiz perfecto para mí y ante la elocuencia de la madre Tierra es imposible que no se te encojan las entrañas en un pellizco y enmudezcas ante tanta grandiosidad. ¿Cómo es posible que ser consciente de tanta belleza no te eleve el espíritu?

En cuanto llegué a la Bella Easo y el aroma a salitre alcanzó mis fosas nasales fue como volver a respirar después de mucho tiempo. El olor del mar, su color, su movimiento, el murmullo de las olas y su tacto sobre la piel cura cualquier dolor y cualquier herida, no sólo las que se ven.

Tras disfrutar de unos minutos de playa, mis pasos me condujeron a territorio de La Oreja de Van Gogh. Aunque sin bicicleta y sin gorro azul, pero sí guiada por el canto de los pájaros, fui ascendiendo por el Monte Urgull, un laberinto de senderos, frondosa vegetación y vistas incomparables. Entre sus fortificaciones medievales, atalayas y enclaves con encanto donde sobreabunda la magia y el romanticismo, me sentí un personaje de leyenda, como otros que por allí habitan. Hasta llegar a la cumbre, presidida por el Cristo de la Mota. 

Antes de comer, rodeé el rompeolas más famoso de la capital guipuzcoana, que a esas horas se hallaba prácticamente vacío para disfrutar del silencio y de los cuentos que el agua susurra a la roca antes de besarla.

Terminé en la parte vieja, donde el ambiente y el jolgorio invitan a adentrarse en los bares y sucumbir a los manjares gastronómicos que esperan detrás de la barra. Y con un par de pintxos debajo del brazo, regresé a despedirme de la playa y del Paseo de la Concha hasta la próxima, que seguramente, será en breve. Agur, polita!! Laster arte!


San Sebastián enamora. 

"De melocotón
Se inventó una historia el sol
Para darle a tus mejillas su color
Fue la juventud
La que con su gorro azul
Te llevaba en bicicleta por el monte Urgull"
- La Oreja de Van Gogh -

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