jueves, 16 de julio de 2015

El álbum de los recuerdos

Ayer estuve viendo álbumes de fotos, de mis padres durante su noviazgo, de mi hermano cuando era pequeño antes de nacer yo, cuando nací... cómo fui creciendo. Volvieron a mí un montón de sensaciones, no recuerdos nítidos, pero... no sé... Fue bonito.

Me gusta pensar que todo era más sencillo- que no más fácil- antes, cuando no se poseía tanto, cuando no tenían habitaciones individuales y las sonrisas no eran tan blancas, aunque probablemente, sí más sinceras. Cuando Internet no robaba tiempo de vida y cuando las relaciones eran cara a cara. Cuando todo estaba rodeado de un ambiente de ingenuidad, quizás por incultura, pero yo prefiero pensar que era simplemente por la sencillez de la vida, tal vez porque el modo de vivir en la ciudad era algo nuevo y se traían un poco el estilo del pueblo. Cuando la familia era lo más importante y tod@s se juntaban a menudo, cuando las casas siempre estaban llenas de personas ajenas a ellas. Cuando no se veía tanto hombre musculoso ni tanta mujer Barbie, cuando la gente se quería por instinto humano o quizás divino. Cuando no era necesario fortalecer el cuerpo en un gimnasio ni la meditación para cuidar el alma. Se ayudaban un@s a otr@s por espontaneidad y no por aparentar.

Cuando no era necesario saber mucho para ser buen profesional, porque se trabajaba con el corazón y no por vanidad. Cuando cada cual tenía su estilo y éste no importaba, pero no eran un@s copias de otr@s.  Cuando el amor romántico parecía hasta que existía. 

Cuando el dinero no lo dominaba todo porque apenas se tenía. Cuando l@s vecin@s eran casi de la familia. El amor era para siempre, puente para unir e impulso para superar obstáculos. Cuando un@ se contentaba con llegar a casa del trabajo y disfrutar de sus hij@s, de su familia, de su hogar. Cuando no se ambicionaban viajes caros, solamente ir unos días a la playa. Cuando se disfrutaba de la naturaleza al máximo y sin contaminarla. Cuando la familia al completo se reunía para disfrutar un Domingo en el campo o en el río, sin otra excusa que estar junt@s. Cuando tener contactos se reducía a que te invitaran a la piscina de algún chalet de lujo en el que todo parecía demasiado.

Cuando la vida era más de verdad y no tanto de plástico, artificial como ahora. Cuando las personas eran más fuertes, maduraban antes y vivían sin miedo a lo que tenían que enfrentarse. Una época en la que se luchaba por los derechos. Una época en la que no se ambicionaba mucho, pero lo que se soñaba se conseguía, porque era posible. Una época de revolución, de hippies, punkis, de “chupas” de cuero negro; de Los Beatles, Eva María se fue, Señora azul, Nino Bravo...

Cuando se bailaba sin grandes aspavientos porque la música no era ruido. Cuando l@s niñ@s tenían infancia. Cuando los dibujos animados enseñaban, a veces con acentos extraños y con palabras que no comprendíamos, pero nos resultaban atrayentes. Cuando se bebía para celebrar algo ocasional y no por moda hasta caerse al suelo.

A veces, me parece que yo hubiese vivido más feliz en esa época, pero porque la tengo idealizada. Creo que no hubiera podido con la dictadura, ni con una sociedad tan clasista con los roles de género tan arraigados, ni los protocolos, ni con el terrorismo tan explícito y habitual. No hubiésemos tenido tanta diversidad cultural, tantas personas de países diferentes, no hubiese podido estudiar ni sabría todo lo que he aprendido en la universidad. Pero... a veces me pregunto si el conocimiento es, quizás, contrario a la felicidad... a esa felicidad del/a ignorante, del gañán, del/a ingenu@, del/a siempre inocente.
¡Cómo me gustaría que el mundo volviera a ser tierno!

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