jueves, 3 de enero de 2019

Síndrome de caballero

Todos los días sale el sol cuando se duerme bajo techo. Aunque hoy el día se ha levantado perezoso y la lluvia fina, mansa, da un aire melancólico al paisaje. Pero no le importa. Hoy comienza un nuevo año y está decidido a empezarlo con buen pie. Apenas ha conciliado el sueño debido a los nervios por lo que va a vivir en las próximas horas. Se siente eufórico. 

Ella duerme a su lado. La observa. Su respiración es pausada. Su cabello ensortijado oculta su rostro marcado por el tiempo y la desdicha. No encuentra belleza en sus rasgos, pero no le importa. Ha aprendido a valorar otros aspectos como la compañía, la comprensión y el cariño mutuo. No la conoce desde hace mucho, pero sospecha que es una pobre mujer que ha sufrido demasiado. Por eso hoy, le va a compensar por todo.

Se ducha con calma, saboreando la plácida sensación del agua caliente recorriéndole la piel. De pronto, escucha gritos y se imagina lo que ha sucedido. El dueño del piso la ha descubierto en su habitación y le recrimina que esté allí, se lo prohíbe. Sabe que tiene razón, que es el trato acordado. Exige que se larguen. ¡Qué desconsiderado! ¡Qué poca humanidad! Él no puede soportar esa falta de cortesía y le pega un puñetazo. Cree que le ha roto la nariz, pero no esperan a que llegue la policía para corroborarlo. Recogen sus escasas pertenencias y se piran. Nada ni nadie va a amargar su felicidad.

Le acompaña a la casa de baños para que se asee. Le ha comprado un vestido digno de una princesa. Cuando sale vestida y con una sonrisa enorme, se desencanta un poco. Había imaginado que le quedaría mejor. Pero ella le besa en los labios y lo amortiza. 

La conduce hasta el mejor hotel de la ciudad. Hace semanas reservó allí la suite principal con todo incluido. Cualquiera que los vea entrar con ese talante distinguido, puede pensar que son un matrimonio de la alta sociedad. Tras un suculento desayuno como nunca antes habían probado, él esnifa unas rayas de delicioso polvo blanco para continuar a tope, mientras ella entra en el jacuzzi. 

Entonces, algo falla de repente. Se ahoga, apenas puede controlar sus movimientos, un sudor frío le impregna la piel. Necesita salir del cuarto. Se dirige a la puerta a trompicones. Le parece oír la voz de ella como un eco lejano. Consigue llegar a la planta baja. Algunas personas le rodean y le hablan. Las piernas le flaquean y se derrumba en el suelo. Luego, se cierne sobre él una inmensa oscuridad.

Despierta en una blanca y luminosa habitación, pero no ve la luz por ninguna parte. Se siente tan fatigado que quisiera no volver a levantarse nunca más. En cuanto salga del hospital, volverá a las calles y ese pensamiento le hunde más en el pozo sin fondo en el se siente caer. No va a permitir que lo encierren en ningún centro, aunque la trabajadora social del hospital se lo propondrá más adelante.

Ha perdido la habitación que alquilaba, el dinero de la prestación social que recibe para pasar el mes y seguramente... también a ella. Como siempre. Otra vez.

Durante las primeras semanas en situación de calle, intenta contactar con la mujer, pero ella ha encontrado a otro caballero. Este es harapiento y sucio, pero le proporciona la seguridad que precisan las princesas de las aceras. 

La tristeza y la soledad dejan su rastro en la vestimenta y en los hábitos del hombre, convertido de nuevo en mendigo. Parece un despojo, abandonado por todos. Lleva días sin comer y semanas sin lavarse. No le apetece. Le pica todo el cuerpo y se ha hecho heridas de rascarse tanto. Además, le han echado del comedor social por montar broncas y agredir a otro de los comensales. Le pasa por la cabeza la idea de emborracharse y tirarse de las murallas para terminar con su vida.

Solo le queda una opción previa. La ha estado retrasando. No quiere que le vea así, sin embargo, siempre ha sido la única persona que le ha ofrecido apoyo en sus peores momentos. Le cuesta decidirse, pero al final lo hace.

Alba es la trabajadora social que le suele atender. Y el amor de su vida, aunque ella lo ignora y él nunca se atrevería a reconocerlo. Ella no es como las chicas con las que suele estar. Ella es bonita. Por fuera y sobre todo por dentro. No es muy elegante, pero no puede tenerlo todo. Tiene unos enormes ojos azules y en parte, le recuerda a su madre.

Percibe preocupación en su mirada cuando le invita a entrar en la oficina. Su despacho está lleno de papeles, blocs, pesados tomos acumulando polvo en las estanterías y alguna que otra planta con flores. Un tímido rayo de sol se cuela por la ventana y le deslumbra.

"Buenos días, Juan. Hacía tiempo que no te veía. ¿Cómo estás?" pregunta, sorteando el límite de la mesa y sentándose a su lado. Y le cuenta lo que ha acontecido en los últimos meses. Ella le escucha entre asentimientos y alguna pregunta clarificadora. "¿Qué piensas hacer ahora?" Suspira. "Volver a empezar". 

Por primera vez, ella le echa un pequeño rapapolvos. Sabe que no puede seguir así, que siempre vuelve a lo mismo, pero tenía que escucharlo en las palabras de otra persona. Otra persona en la que puede confiar.

"Necesito ayuda. Quiero salir de esto", se atreve a verbalizar por fin. "En ese caso, desde aquí, podemos echarte un cable", responde la verdadera caballera del cuento. No hay juicio en su voz. Ella acaricia su mano, intuyendo cómo se han originado los cortes en las muñecas de él y logrando desatar el nudo del corazón. Lágrimas calladas caen por las mejillas del ángel vagabundo.

"El mundo te romperá el corazón de todas las formas imaginables, eso está garantizado, y yo no puedo explicarlo, como tampoco la locura que llevo dentro y la que llevan los demás." 
- El lado bueno de las cosas (película) -

 "Mi amigo duerme bajo techo, tiene una llave y una cama, pero su condición mental sigue siendo precaria. Hay personas que dicen que lo ayudé, otros dicen que el simple hecho de tener un amigo puede cambiar la química de su cerebro. Tal vez mi amistad lo ayudó, tal vez no."
- El Solista (película) -

1 comentario:

  1. Me parece una historia durísima, seguro que hay muchas así, incluso las habrá mucho peores.... No acaba mal, porque se abre una esperanza desde la voluntad del personaje y poder contar con alguien que le pueda echar una mano.... Me ha gustado

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