miércoles, 19 de diciembre de 2018

Presencia

Presencia.
Una, única, inigualable.

Presencia
habitada y habitable.
Por la que soy inundada.
En la que vivo y
desde donde soy plena,
sin ser más de lo que soy.

Presencia,
que es tierra de encuentro,
hogar,
instantes compartidos con quien es diferente,
sin límites, ideas o fronteras.
Que es abrazo profundo, paterno y tierno.

Presencia
luminosa
y sumergida en las noches del mundo.
En la noche de la violencia,
de la enfermedad,
de la miseria,
de la incomprensión,
de la envidia y la venganza,
del egoísmo y la indiferencia,
de la persecución,
de la soledad,
del mal.
En mi propia oscuridad,
ancla de esperanza.
Sanando las heridas,
o evitando que sigan doliendo.
Pasando desapercibida.
Sin darme cuenta que es el faro que me permite continuar.

Presencia
inocente,
que ve siempre lo mejor,
de la que somos imagen,
la cual es reto y meta.

Presencia
traducida en sueños
y no en ensoñaciones,
en llamadas
y no en cantos de sirena,
en verdad pura
y no en fuegos artificiales.

Presencia
mendicante,
disfrazada entre los amigos que duermen en las calles.
Escondiendo el rostro entre tantos,
atravesando mi historia,
tomándome de la mano,
para susurrar palabras bonitas al corazón
que todavía no entiendo.

Presencia
tan evidente en la belleza.
Especialmente en la naturaleza,
en los animales
y en la música.
En un paisaje,
en la tormenta
y en los ríos de agua anegando las aceras.
En la niebla baja.
En el sol radiante.
En la noche clara.
El atardecer.

Presencia
libertaria y libertadora.
Esencialmente fraterna.
Palpable en la alegría regalada
y en los momentos de amistad.
En la risa y en el cuidado mutuo.
En las conversaciones sin malicia.
En esas miradas que miran bien.
En esas escuchas que buscan comprender.
En caricias que alivian el peso.
En el ímpetu de quienes luchan
pacíficamente
por la justicia y el bien común.
En quien te quiere sin amarras y te ayuda a crecer.

Presencia
cotidiana y sin grandes arrebatos.
Sin éxtasis.
Sin alienaciones místicas.
Sólo paz y esa mirada sobre mí.
Que no me quita nada.
Pero me acompaña,
está,
permanece,
confía.

Presencia
divina en un establo.
Presencia
despreciada por el mundo.
Presencia
amada
por l@s más pobres,
l@s desheredad@s
y por extranjer@s.
Presencia
tan sublime que se abaja
a la fragilidad humana,
a la fragilidad de la infancia.

¿Qué es Navidad sin ti?

"Él fue pastor y forma del rebaño,
luz para el ciego, báculo del pobre,
padre común, presencia providente,
todo de tod@s." 
(Fragmento de un himno de laudes)


EGUBERRI ON. FELIZ NAVIDAD.

"Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. 
Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres Altísimo. 
Tú eres Rey omnipotente. 
Tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra. 
Tú eres Trino y Uno, Señor Dios de los dioses. 
Tú eres el Bien, todo el Bien, el sumo Bien, Señor Dios vivo y verdadero. 
Tú eres Amor, tú eres Caridad. 
Tú eres Sabiduría, tú eres Humildad, tú eres Paciencia. 
Tú eres belleza, tú eres Seguridad, tú eres Paz. 
Tú eres Gozo y Alegría, tú eres nuestra Esperanza. 
Tú eres Justicia, tú eres Templanza, tú eres toda nuestra Riqueza. 
Tú eres Belleza, tú eres Mansedumbre. 
Tú eres Protector, tú eres nuestro Custodio y Defensor. 
Tú eres Fortaleza, tú eres Refugio. 
Tú eres nuestra Esperanza, tú eres nuestra Fe. 
Tú eres Caridad, tú eres nuestra Dulzura. 
Tú eres nuestra Vida eterna, grande y admirable Señor, 
Dios Omnipotente, misericordioso Salvador". 
(Alabanzas - Francisco de Asís)

domingo, 25 de noviembre de 2018

25N

"Nadie en la historia ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de sus opresores" 
- Assata Shakur -

Si los hombres y algunas mujeres entendierais el dolor y la impotencia que nos causa a las feministas leer, escuchar, ver o sentir cada día, las violencias que se ejercen hacia las mujeres... 
Las asesinadas, 
Las desaparecidas, 
Las rociadas con ácido, 
Las violadas, 
Las secuestradas, incluso en sus propias casas... 

Quizás entonces comprenderíais esta rabia que nos nace fruto de la injusticia normalizada. De normalizar la violencia hacia nosotras.

En el feminismo no existe la victimización. Al contrario, se pretende el empoderamiento de todas las mujeres. Lo que sí tenemos en cuenta es el término "víctima", que por cierto es un concepto jurídico, que hace referencia a la persona que sufre los efectos de un delito, de manera directa o indirecta.

Por la evidente diferencia de derechos entre hombres y mujeres, 
como la estudiadísima carga de trabajo doméstico, 
los abandonos parentales, las familias monomarentales y la patraña de las custodias compartidas,
la violencia vicaria (¡dejad a la infancia en paz!);
la desigualdad salarial, los techos de cristal, 
la esclavitud sexual que tan divertida os parece; 
los chistes sexistas y el pacto de silencio masculino para cubriros entre vosotros; 
los vientres de alquiler,
la apatía machista para no perder privilegios (¡queremos hechos!);
la feminización de la pobreza, las críticas ante el incumplimiento de los roles de género, 
la falta de apoyo del poder judicial, 
el gaslighting,
el linchamiento a las mujeres que deciden abortar, cual quema de brujas...

La ablación genital femenina.
La mercantilización y cosificación de nuestros cuerpos.
El acoso y el abuso de poder.
El odio y la misoginia.
El cuestionamiento constante de nuestro talento y nuestra verdad.
El mansplaining.
El manspreading o que ocupéis un espacio que no es vuestro.
La desposesión de la tierra y de todo, incluso del propio ser.
La invisibilización en la Historia.
El silenciamento en instituciones como la Iglesia.
La falta de condiciones y salarios peor retribuidos en profesiones esenciales, pero generalmente femeninas.
La exigencia del tiempo y de cumplir con lo establecido: con la maternidad, la suavidad, los roles de género, la imagen perfecta.

Hoy, ni una crisis sanitaria ha frenado esta marcha legendaria.

Somos feministas.
Somos abolicionistas.

"Me declaro desde ya
felizmente radical,
por amar la libertad"
- María Ruiz -

miércoles, 12 de septiembre de 2018

La bruja bajo el puente

Una sombra anónima se desliza en la espesa negrura de la madrugada. Una sombra entre tantas otras, sobreviviendo a un frío invierno más. Abandona debajo del puente sus escasas pertenencias, unos cuantos cartones y la bebida que le ayudó a entrar en calor la noche anterior.

Siempre el mismo ritual. Acude a asearse someramente a un baño público y a conseguir algo de papel sobre el que pueda escribir. Hoy tiene suerte. Entra en su librería habitual, cuya propietaria suele apoyarle en sus necesidades, y le regala un cuaderno. Después, regresa a su vida de periferia y soledad para dedicarse a su oficio.

En el barrio, todo el mundo la conoce. He escuchado las leyendas. Las malas lenguas dicen que la vieja es una bruja. Una de esas que vivieron hace cientos de años en las montañas y se refugiaron en cuevas para celebrar sus aquelarres. Y aunque durante el día oculta su poder, cuando anochece sobrevuela los tejados y realiza pócimas con restos de alimañas. Algunos aseguran que la han oído maldecir en un idioma "oscuro".

jueves, 30 de agosto de 2018

Misión Colombia

"No llores porque ya se terminó,
sonríe porque sucedió.”
- Gabriel García Márquez 'Gabo' -

Hace una semana, cuando me sonaba la alarma para comenzar mi primer día de trabajo después de vacaciones, todo mi ser sufrió un cataclismo brutal. Supongo que es lo que sucede cuando vives una experiencia que te desconecta de tu realidad cotidiana y te sumerge en otra totalmente diferente, que te toca muy adentro, te cuestiona, te indigna por momentos y te descoloca, pero que al mismo tiempo te enamora.

Poca gente sabe que mi sueño de viajar a Colombia comenzó hace ya mucho, cuando cayó en mis manos una novela que narraba con dureza la historia de un gamín en las calles de Bogotá. Desde que la leí, como si fuese razón justificada suficiente, tuve el deseo de ir a este país. Aunque reconozco que el acento paisa de regiones como Antioquia, Caldas, Quindío o Risaralda, siempre ha sido un incentivo importante (😜😜).

Años más tarde, han ocurrido otras cosas... Francisco de Asís ya era mi santo predilecto (junto con la Madre Teresa) cuando conocí a los franciscanos conventuales de una manera absolutamente casual, encontré un empleo que me permite tener un mes libre, etc. Como si alguien fuera hilando los acontecimientos para mostrarme un resultado evidente, una meta casi por inercia: la misión franciscana en Corozal y Medellín 2018.

Durante este curso, junto con otr@s seis compañer@s de diferentes partes de España, se nos invitó a tres encuentros para informarnos sobre la situación de las zonas que íbamos a visitar, la cultura y los proyectos en los que trabajaríamos (comedor, refuerzo escolar y apadrinamientos en Corozal; fase inicial de un proyecto con madres solteras en Medellín). 

El primero y uno de los mayores regalos de la misión llegó entonces, cuando conocí a mi familia misionera, una auténtica fraternidad franciscana. El compartir esta experiencia en su compañía, me hace sentir muy afortunada, porque sin ell@s, NADA habría sido lo mismo. Gracias a Fray Jordi por la buena intuición de convocarnos y darnos la oportunidad. Es increíble que hayamos coincidido en el momento y espacio exacto, a través de historias tan variadas y personalidades dispares. Son personas tan, pero tan bonitas... que es un signo más de que Dios estaba involucrado en todos los aspectos de la misión para que saliera bien.
Convencida de que todo esto era (y es) de Él, el 27 de julio cruzamos el charco, pisando por primera vez en la vida (pero no la última), suelo colombiano.


Primer destino: Corozal

Apenas podía creer que estaba allí. Y no conseguir dormir debido al calor húmedo, a la sobreestimulación y al subidón, no ayudaba a mejorar mi credulidad. La primera impresión fue que me había adentrado en una novela de García Márquez. El choque cultural fue fuerte al visitar el caótico mercado y percibir las miradas de l@s lugareñ@s. Llamó mi atención de europea, el tráfico desordenado, la superpoblación de motos con tres, cuatro y hasta cinco pasajeros más pertenencias; los caminos sin asfaltar, los perros esqueléticos, el intenso hedor procedente del río; las viviendas bajas con sus tejados de palma o uralita, algunas construidas con bambú o las llamadas "de saco", las más penosas, con retales de plásticos. Asimismo, la problemática de las personas migrantes de Venezuela se va haciendo notable: se dedican a los empleos más precarios, ganándose la vida como pueden en las carreteras o intercambiando bolívares a cambio de cualquier cantidad de pesos colombianos.

En Corozal, hay barrios donde se vive una pobreza humillante, contraria a la dignidad humana. Encoleriza darse cuenta que es una miseria que soporta también la infancia, normalizada por las familias para sobrevivir, pero no con una resignación pasiva. Conmueve el coraje, la esperanza, la fe y el compromiso con la comunidad de las personas que hemos conocido en Colombia, su lucha y su capacidad para superar los más grandes obstáculos diarios como si fueran diminutos. Pudimos comprobar sus carencias, las condiciones de insalubridad y las dificultades en la accesibilidad, cuando visitamos a personas enfermas, niñ@s y jóvenes apadrinad@s o pertenecientes a los proyectos de comedor o refuerzo escolar. La mayoría de unidades familiares esconden algún conflicto: madres solas, violencia, falta de empleo y de futuro, infancias no cuidadas. No es fácil. No debe ser fácil. Por eso, porque lo viven y conocen su realidad de primera mano, son las personas oriundas y sólo ellas, las heroínas en estas historias. Ni misioner@s ni voluntari@s o cooperantes. Sólo ellas son las protagonistas de los cambios de su entorno. 

Corozal es la perla de la sabana. Por sus paisajes tan espectaculares, por su cultura de vallenato y porro; el acento costeño y ese tono de piel perfecto de sus pobladores; por sus arepas, jugos, "tinticos", empanadas, patacones, sancocho y enyucado, el agua embolsada; por sus celebraciones semicarismáticas con música a todo volumen y palmas a ritmo de corchea; y sobre todo, por sus gentes naturales, vitales, alegres y confiadas. 

Recuerdo la acogida de l@s niñ@s y cómo recibí con sorpresa esos abrazos "apretaos" a los que no costó acostumbrarse. Recuerdo algunas miradas concretas de esos ojos oscuros y limpios. Miradas en las que me parecía leer la necesidad de ser querid@s incondicionalmente y buscaban en la mía la promesa de otra vida posible. Recuerdo esas sonrisas que sanaban cualquier preocupación superficial, que me enseñaban que ningún problema puede impedir la alegría. El menú bueno y sano del comedor, casi tan saludable como el afecto que se respira. El orden, la pulcritud y la sobriedad. Las clases de refuerzo, su letra de principiantes que empieza a mejorar y sus terroríficas faltas de ortografía. La subida a la ladera para volar las cometas, la dedicación de las "seños", los juegos de manos y los ratos de crear música con un cajón y una guacharaca. Recuerdo abrir los brazos el último día y sentirme arropada por una decena de "niñ@s lapa", que no me soltaban (ni yo quería que lo hicieran). Recuerdo el cariño y la ternura que me ensanchaba el corazón cuando les veía cada mañana o cada tarde, y todo el amor que me entregaban de forma tan simple y espontánea. Sé que soy una afortunada por haber compartido con est@s "pelaít@s" tan rebonic@s unos días tan especiales. Imposible no quererles.

Recuerdo las oraciones de la mañana en la capilla. Los desayunos con tinto, queso y papaya. Los conciertos de guitarra de Fray Jordi y lo espectacular que suena el flamenco por aquellas latitudes. La simplicidad. El gran apoyo del resto de misioner@s en los momentos bajos y cómo les eché de menos cuando nos dividieron. Los cuidados y detalles maternales de Marielo, su profundidad y ese "no se qué" que trasmite tanta paz; la magia y los chistes de Javi, su conversación y su fe capaz de mover montañas; la defensa de las causas justas de Maricruz, sus ideas, su optimismo y buen ánimo infatigable; el arte y la gran sensibilidad de Arturo, la comprensión, la calma; y la memoria infinita de Clara, su dinamismo y su fortaleza ante las adversidades.

Recuerdo el trato amabilísimo y educado, sin palabras malsonantes. Las expresiones colombianas. Las noches fraternas en la terraza. Recuerdo disfrutar de la presencia de los frailes y de mis compas, de escuchar sus cosas y sentirme privilegiada. Recuerdo el día que fuimos a Sincelejo, la capital de Sucre, y cómo dieron una vuelta para que viéramos la famosa iguana de azulejos y entráramos a un centro comercial, donde todo parecía demasiado en comparación con lo que habíamos conocido hasta el momento. Colombia, país de contrastes.

Recuerdo emocionarme escuchando las historias de las personas mayores que venían al comedor, admirando su resistencia y su capacidad de renuncia para que sus hij@s pudieran comer y estudiar, educándoles como mejor podían o sabían, aunque much@s lo han olvidado y no mantienen contacto con sus madres o padres.  Sin embargo, qué resiliencia la de nuestr@s ancian@s ¡y qué ritmo!

Recuerdo los paseos por los caminos de tierra, visitando enferm@s... y a mí me acongojaba llegar sin avisar y que además nos ofrecieran algo para tomar, como si fuéramos alguien importante. Me asombró el anhelo con el que esperaban la Comunión cuando no se podían desplazar a la iglesia y la gratitud por nuestros rezos. Recuerdo su confianza en un Dios bueno, sin atisbo de duda. Una fe popular, que se refleja más allá de los muros de lo privado. Recuerdo esa forma de vivir tan diferente a la de España, tan "al día", tan poco organizada ni cuadriculada, de horarios sumamente laxos.

Recuerdo los trayectos hasta los corregimientos en el pickub, extasiada ante el verde paisaje sabanero e intentado mantener el equilibrio entre la multitud de baches y el tráfico vacuno. Recuerdo la disponibilidad de D. Jorge (la exprimimos al máximo, creo yo). Recuerdo esos descansos en el bohío y el suave balanceo de la mecedora. Recuerdo lo mal que lo pasé en algunas reuniones porque se me cerraban los ojos sin remedio y ¡qué pena (vergüenza) quedarme siempre la última comiendo! Recuerdo despertarme a palanganazos de agua y la mezcla de sudor, crema solar y loción antimosquitos embadurnando la piel. Recuerdo Coveñas y las olas de agua tibia del Mar Caribe. La peregrinación al Señor de los Milagros (Villa de San Benito Abad, Sucre) y la gente linda del Mamón, aunque yo ese día estaba con marejadilla intestinal. Recuerdo nuestra efímera estancia en las Llanadas, lo bien que nos atendieron, sobre todo la juventud de allá, y las pésimas condiciones de tant@s ancian@s en soledad.

Recuerdo mi primera salchipapa y esa risa contagiosa de Fray Oto que hubiese querido embotellar para traerla a Pamplona. La teología del realismo de Fray Jorge con esa pizca de locura que le caracteriza y que él asume tan ricamente. El curro de Fray Antonio para cuidar de l@s niñ@s como un papá (ése que a tant@s les falta) y también de nosotr@s. Recuerdo a Chicho, el gato del convento, sus mordisquitos y la paciencia que el pobre animal tenía que tener con sus dueños. Recuerdo ver a los tres frailes entregados a su labor parroquial, en los proyectos, en los coles, en los corregimientos... desgastándose en silencio, sin aplausos y con buen humor. Viviendo lo ordinario de modo extraordinario. ¿Cómo no sentirse abrumada de gratitud con estos hombres de Dios que nos abrieron de par en par las puertas de su hogar, dándonos todo lo que son, lo poquico que poseen y cuya presencia nos esponjaba el alma?

Recuerdo las despedidas con un "Dios le bendiga", las Eucaristías en Santa Clara con un montón de monaguill@s escoltando al sacerdote y dejándonos anodadad@s con su respeto y el control sobre los protocolos litúrgicos. Recuerdo con especial devoción la canción de "¡Clara, Clara, Clara! Clara es tu nombre".

Recuerdo la vitalidad de la juventud costeña, su testimonio, autenticidad e idas de olla, su disfraz de franciscano conventual -que me quedaba fenomenal- y el compromiso en los diversos grupos. Las fotografías, los bailes y sus intentos fallidos para que mis caderas adquirieran movimiento. Aquel paseo hasta el centro de Corozal guiadas por ese angelito con gafas. Las charlas con esas "seños" que nos amenizaban y nos hacían reír. Las queremos a pesar de los vaciles en los que siempre caía (¡ya no más!). El regalo de la amistad, espero conservarlo y gozarlo hasta el próximo reencuentro.

Me dijeron que a Corozal es fácil llegar, pero difícil de olvidar. Y tenían razón. Quiero volver.



Rumbo a Medellín

En Medellín, agradecí el cambio de temperatura que me sirvió para despejar la mente. Disfruté de ese acento paisa que me tiene enamorada y me dejé maravillar por la belleza del paisaje: una ciudad entre montañas.

Sin embargo, el cambio a una ciudad grande como Medellín fue brusco. A las problemáticas familiares y a la pobreza impuesta se les unían la corrupción, la droga y la mafia de las bandas, por las que llegué a sentir verdadera repugnancia. Me pareció una tesitura mucho más triste y perversa.

Aprendí muchísimo de la descorazonadora realidad de las mujeres. Están completamente desprotegidas. Visitamos sus casas o chabolas, donde muchas residen en condiciones de hacinamiento y conocimos sus dificultades. No son situaciones que se puedan resolver de la noche a la mañana, pero el proyecto de los franciscanos es un buen punto de partida. En una sociedad tan machista, donde los hombres se dedican a fabricar hij@s, pero no tienen los huevos de ser padres; las mujeres son las que trabajan, cuidan y se organizan.

martes, 24 de julio de 2018

Querido abuelo,

¡FELIZ CUMPLEAÑOS! ¿Sabes? Éste no es un cumpleaños cualquiera, porque a partir de los 90 ya se puede afirmar, sin dudas, que una persona es muy mayor. Así que alégrate por este último año que te queda de juventud rica en experiencia y sabiduría.

Tampoco para tu familia es un cumpleaños cualquiera. Es el primero que celebras en casa después del ictus. El primero que sabemos tajantemente que nunca volverás a ser el de antes (ni la abuela). Aceptarlo nos ha costado (y nos sigue costando) muchas lágrimas y noches en vela a mi madre y a mí. Pero no te pongas triste, abuelo... Sabemos que tú sigues ahí, con tu buen humor y tu genio, atrapado por esta enfermedad que tanto nos hace sufrir, sobre todo a ti.

Reconozco que echo de menos tu conversación, tus chistes malos y las expresiones divertidas en euskera. Echo de menos que me cuentes tu vida y esas anécdotas que repetías una y otra vez hasta que me las aprendí de memoria. Echo de menos verte pasear por el barrio, con tu txapela, tu bastón y tus gafas de sol, parándote a hablar con todo el mundo, que por algo eres el alcalde de Iturrama. Por añorar, hasta añoro lo bien que sonaba mi nombre en tus labios. Sin embargo, hay una cosa que no me hace falta recordar: tu sonrisa, esa sonrisa que muestras a quienes te saludan por la calle y que te reservas un poquico más con la familia, salvo si te chincho y te hago monerías como si fueses un niño. Porque tú siempre fuiste un poco niño, y por eso, en algunos gestos que todavía conservas, te reencuentro.

Hoy, celebro tu vida como cada año. Celebro cada uno de los 386 días que han pasado desde que renaciste. Celebro seguir compartiendo momentos contigo. Porque el recuerdo de estas tardes junt@s, más o menos divertidas, sea verano o invierno, renunciando a otros intereses o deberes, ya nadie me lo podrá quitar. Celebro teneros como abuel@s, porque mucha gente tiene abuel@s, pero no como vosotr@s y tampoco mantienen la relación tan especialmente bonita, estrecha y constante que nos une.

Has tenido una vida dura (y la yaya también), de guerra y de posguerra; trabajando desde que eras un crío: el campo, las vacas, la bodega..., yéndote lejos de casa en busca de sustento...; apenas fuiste a la escuela ni tuviste demostraciones de ternura por parte de tu madre, quien murió en tus brazos de chaval; conviviendo con tus suegr@s desde recién casado; emigrando del pueblo a la ciudad... Y por último, este golpe bajo a tu salud. Sin embargo, ¿te das cuenta de que has tenido una vida plena de sentido más allá de las dificultades? ¡Bravo, abuelo, bravo!!

Eres un ejemplo de fortaleza, de hombre currante, valiente, cercano con tod@s, ahorrador pero no apegado al dinero, sencillo, sin grandes pretensiones, que ni siquiera se planteó cuales eran sus sueños y sacrificó sus deseos, siempre tirando para adelante por su mujer y sus hij@s. Un ejemplo de persona buena.

Me encantaría ser así. Ahora que el éxito se traduce en grandes logros, que se exige una visión globalizada y el derecho a la ignorancia es un lastre porque hay que saber y opinar de todo. Yo quisiera actuar como tú, en lo concreto, en mi entorno. Y desgastarme en lo pequeño y no visible, aportando mi granito de arena dentro de una normalidad silenciada.

No sé cómo habrás sido como esposo (aunque no he visto a nadie querer tanto a su compañera de vida como tú a la tuya), ni como padre, hermano o amigo, pero como abuelo has sido el mejor.

sábado, 16 de junio de 2018

Oda a la peregrina

Anakephalaiosis
Y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende
("La vida es sueño", P. Calderón de la Barca)

Lleva equipaje ligero.
Un hatillo lleno de nombres,
mil rostros en el recuerdo
y proyectos infinitos para el camino.

Echa la vista atrás y mira:
los obstáculos sorteados,
las cuerdas rasgadas que ataron sus tobillos,
las pieles bajo las que se camufló,
las personas a las que decidió no imitar ni seguir
y otras rutas que renunció a recorrer.

El dolor que implica
el crecimiento,
la libertad,
curar las heridas
y poner nombre a la propia fragilidad.

El valor que exige
vencer los miedos,
decir que no,
decir que sí
-sobre todo a las personas cercanas-,
dejar de dar explicaciones,
seguir al corazón frente a lo socialmente aceptable,
enfrentarse a los mensajes negativos que, con malicia o sin ella,
llegan desde fuera para convencer de la ausencia de capacidad,
para cambiar la dirección, para bloquear los sueños.

Aprender (siempre aprendiendo)
que agradecer los dones no es orgullo
sino autoestima y conocimiento personal,
que no todas las luchas son violentas
aunque conlleven conflicto,
que ser más racional que sentimental
es más ventaja que inconveniente.

Perdonar (primero a una misma)
los errores,
las exigencias,
los cuchillos envueltos en palabras
-o en intenciones-,
la incomprensión...
porque no hay comunidad humana perfecta,
sino diálogo, paciencia, amor, confianza.

Aceptar (donde hay humanidad, hay límites, ¡qué maravilla!)
que no puedes andar cincuenta kilómetros en dos días
-aunque otr@s sí lo hagan-,
si estás hecha para caminar treinta en una semana.
Ella no desea competir, sino cooperar
y disfrutar del paisaje en buena compañía.

Y vio su reflejo en los charcos
y asustada rechazó volver a mirarse,
hasta que se limpió las pestañas
del barro y sus legañas.
Y tuvo que quererse así:
más real que ideal.
Menos de piedra y más de piel.

En muchos momentos se sintió perdida, a pesar de ir acompañada,
y se equivocó cuando sola se encontraba.
No supo descifrar los mapas,
ni leer su próximo destino en las estrellas.
Cayó en arenas movedizas (y no pasó nada),
la engañaron los bucólicos espejismos en medio del desierto (y tampoco ocurrió ninguna tragedia)
y fue capaz de salir, levantarse, buscarse y continuar el viaje,
identificando los nuevos terrenos, a partir de la experiencia.

Ahora, cuando se observa,
se asombra de su paso firme -a veces, aún vacilante-,
a pesar de ir descalza;
su sonrisa fresca y sincera,
más allá de la ira y las lágrimas;
sus manos vacías,
pero el corazón contento;
y su mirada agradecida
por todo lo vivido.

Todavía con grilletes invisibles,
heridas abiertas,
preguntas sin respuesta,
dudas,
incertidumbres,
nostalgias,
contradicciones,
inseguridades pendientes.

Camina y no se detiene.
Un paso,
dos,
tres...
A su ritmo.

El pasado entero,
el presente austero
y un futuro posible que se intuye en el horizonte.

Vivir la vida y aceptar el reto*

"La aventura, la gran aventura, es ver surgir algo desconocido cada día, en el mismo rostro: es algo más grande que todos los viajes alrededor del mundo." -  Alberto Giacometti

"La perla es espléndida y preciosa.
Nace del dolor.
Nace cuando una ostra es herida.
Cuando un cuerpo extraño -una impureza, un granito de arena- penetra en su interior y la inhabilita, la concha comienza a producir una sustancia (la madreperla) con la cual lo recubre para proteger el propio cuerpo indefenso. Al final se habrá formado una hermosa perla, brillante y preciosa.
Si no es herida, la ostra no podrá nunca producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada.
- Fragmento de Elogio a la vida imperfecta de Paolo Scquizzato -

* No te rindas, poema de Mario Benedetti.

sábado, 12 de mayo de 2018

Personas mágicas

* A las personas bonitas de mi vida.

“Hay personas mágicas.
Te lo puedo asegurar.
Se encuentran escondidas por todos los rincones del planeta. Disfrazadas de normales. Disimulando su especial forma de ser.
Procuran comportarse como las demás. Por eso, a veces, es tan difícil reconocerlas. Pero cuando las descubres, ya no hay marcha atrás. No puedes deshacerte de su recuerdo. 
No se lo digas a nadie, pero dicen que su magia es tan fuerte, que si te toca una vez,
lo hace para siempre.”
La libertad significa no estar atada a nada... pero probablemente sí unida a muchas "cosas"

Cuando ella está a mi lado se me olvida el estrés de las oposiciones,
los posibles vacíos existenciales
y el picor que me produce la urticaria en los momentos y lugares más inesperados.

Cuando él está a mi lado se me olvidan los kilos de más,
mis heridas sin cerrar,
que tengo un trabajo a tiempo parcial
y que todavía vivo con mis padres.

Cuando ella está conmigo, ya no me importa saber si mi espalda me permitirá caminar los veintiséis kilómetros diarios que me separan de Santiago de Compostela,
no me importa madrugar, dormir poco y dormir mal,
ni tirarme un pedo en público.

Cuando él está conmigo, deja de preocuparme la pobreza de mi cuenta bancaria,
los silencios incómodos
y no tener nada nuevo que decir.
No me recrimino el no saber inglés ni desear aprenderlo.
No me preocupa no prever qué va a pasar al minuto siguiente, ni controlar donde estaré mañana.
No me interesa la política, las redes sociales, ni mi naturaleza antipática.

Si ella está aquí no me fijo en mis inseguridades y podría viajar al fin del mundo (aunque haga un calor excesivo y los bichos sean del tamaño de pelotas de tenis). 
No escucho consejos ni críticas, porque cuando hay ganas de más, que intenten derrumbarte es lo de menos... 
Y con “aquí” no me refiero sólo a que esté junto a mí. Es un “AQUÍ”, dentro de mí.

Me da miedo decírselo así, cara a cara, a bocajarro. Por no pecar de sentimental... ya sabes, eso es imperdonable para una tipa dura. Pero le quiero. Da igual si le conocí hace una semana o diez años. He descubierto el cariño que esconde su acogida, la simplicidad que se intuye en su conversación, la gratitud en sus vaciles, el cuidado... causa de tantos detalles. He tropezado con esas arruguitas que se le forman en la comisura cada vez que sonríe y esas chispitas que llenan sus ojos y cosquillean mis entrañas.

Él es más de amaneceres que de lunas llenas, pero el instante perfecto es cuando estamos junt@s. Más de hechos y menos de palabras. Su lenguaje es la cortesía. Lo que más me gusta es su mirada: te mira bonito, sin engaño ni segundas intenciones. 

El invierno le provoca desazón a ritmo de lluvia. Y es más de otoños que de primaveras. A veces, adopta la apariencia de tierna melodía triste, otras es vallenato y hasta llega a adquirir aspecto de comedia en blanco y negro. Si fuera un poema, el público aplaudiría al final de cada verso.

Ella no te dará un abrazo de repente, ni un beso, ni te dirá cosas bonitas que doran el ego. Su cercanía baila a un son diferente. Ella, sencillamente, permanecerá. Aunque el agua se torne fuego y el cielo se vuelva ceniza. Te acompañará cuando sea necesario. Con una alegría no siempre traducida en jarana y carcajada. Eso es lo que más confianza me inspira: es verdadera, no intenta comprarte, aunque a veces es difícil convivir con tal dosis de realidad.

“Ni etiquetas ni tomarse en serio cualquier idiotez, gracias”. Es embajadora de esperanza. Sanadora de intolerancias. Sin complejos. Transparente y trascendente. Sonrisa perenne. Espíritu trovador. Creadora de momentos inolvidables.  Soñadora de imposibles. Incansable guerrera. La humanidad por bandera. 

Ella es roca firme, pero también viento que se cuela por los resquicios y refresca. Capaz de pedir perdón aunque no sea culpable de nada. Incapaz de añadir comentarios negativos. Persona de firmes convicciones, de esas que te impulsan y que te empujan a saltar, creyendo en ti más de lo que tú crees. 

Poeta de lo cotidiano. Defensor del arte y de las calles. Libre, sobre todo, libre. 

Un puntito de ingenuidad y la antagonista del intelectualismo. No obstante, en ocasiones mi vida se rige por la voz de su conciencia. A diez centímetros de su pelo se disipa mi mal humor porque, espontáneamente, su vida se trenza con la mía. 

Puedes pensar que la tengo en un pedestal, pero no es cierto. Ella no cabría en uno. Conozco cada una de las pecas que decoran su cara y me sé de memoria cada una de sus manías. Me declaro enamorada de todas sus imperfecciones, porque sin ellas no sería el mismo. 

En fin... Así es un poco ella o así la veo yo.

Es un placer haber coincidido en esta vida. Porque amistad y fortuna son sinónimos. Brindaré a su salud (con vino del caro o con agua, porque a nosotras esas cosas nos dan igual), por decidir entrar en mi historia (no sé por qué me hizo ese favor). Sólo espero que de ahí no salga nunca.

"Y perdona que te corrija, pero en esta historia, el ángel eres TÚ"

Me gusta pensar que voy a verte.
No sé en que lugar, ni en que estación o circunstancia.
No sé si hoy, mañana, en unos años o en alguna otra vida.
No sé si siendo niños, jóvenes o ancianos; en forma de personas, de agua y piedra, flor y tierra o lluvia y cielo.
Sólo pensar que voy a verte de algún modo;
en algún tiempo en que nuestros destinos coincidan nuevamente.
Sólo pienso en eso.
Me gusta pensar que voy a verte.”
- Leunam -

miércoles, 11 de abril de 2018

Las niñas de verdad no pueden volar

La Niña Arcoiris volaba en línea recta. Hacia las montañas. No sabía por qué iba allí, pero debía dirigirse a algún lugar. Si no, volar no tendría sentido.

Volaba con los brazos extendidos en cruz y las piernas muy juntas. De vez en cuando, realizaba volteretas y piruetas en el aire, descendía dando giros hasta marearse y volvía a subir de un impulso, para continuar boca arriba con la cabeza apoyada en las manos y silbando. El gélido viento se colaba por el cuello de su pijama, produciéndole escalofríos.

De pronto, comenzó a nevar. Al principio, la nieve caía despacio y después con mayor intensidad, pero la Niña Arcoiris no se detuvo. Bajo ella, estaba cuajando muy rápidamente. Contempló el paisaje fascinada. Hasta donde alcanzaba su vista, todo se había cubierto de una espesa capa blanca. Jamás había imaginado nada semejante. Deseó ser uno de esos copos de nieve que caían lentamente desde el cielo, bailando sobre sí. Tan geométricamente perfectos, desprovistos de preocupaciones... Para acabar, finalmente, fusionándose con el suelo. Se lo pensó mejor: ella no quería una vida tan corta.

La visibilidad era casi nula. Volaba mirando el bosque que se extendía bajo sus pies, cuando sintió un fuerte golpe en la cabeza. Miró al frente: las montañas parecían más lejanas de lo que la Niña Arcoiris recordaba. Se sacudió el pelo y se limpió la cara, colorada por el frío. Intentó seguir adelante, pero volvió a chocar contra una pared invisible. 

Recordaba esa sensación. La había sentido en innumerables ocasiones cuando estaba en casa o en la escuela y oía el ruido de las bombas. Esa horrible sensación de no poder escapar. Había soñado cientos de veces con volar y huir de aquel lugar en el que había nacido y que envenenaba los corazones de pérdida, mientras unos pocos echaban a suertes los destinos de personas invisibles, sin importar si se las llevaban por delante para lograr sus objetivos.

Y además, el miedo. Un miedo que corroía las entrañas, como un monstruo que devoraba ilusiones, infancias y almas inocentes para seguir con vida. Nadie debería enfrentar jamás ese pánico que olía a destrucción, menos aún cuando no se había rebasado la mayoría de edad.

Quiso gritar, pero estaba sola. Volar ya no le parecía tan divertido. "Sólo quiero ser una niña", deseó en voz alta.

martes, 6 de marzo de 2018

Be different, my friend

"La ignorancia es muy osada"


Andrés es un tipo "normal". 

Andrés es hombre, blanco, heterosexual, sin discapacidad reconocida, no perteneciente a ninguna minoría, que nunca ha sufrido discriminación.
Andrés tiene un empleo "normal", una familia "normal" y una rutina "normal".

Andrés se queja de que a las personas migrantes se les dan todas las ayudas, mientras que a unos pensionistas amigos suyos, no les corresponde nada. Andrés se queja, propaga por redes este mensaje y además se hace la víctima porque le van a tachar de racista. 

Pero Andrés no piensa que quienes emigran son personas con necesidades y derechos y cree que tiene que ir contra ellas en favor de las de aquí. Sin embargo, no despotrica ni se moviliza contra la corrupción política, que es la causa de los recortes y de que los servicios sociales no lleguen a todas por igual.

Andrés es un tipo más común de lo que parece. No seas como Andrés.

Andrés está harto del discurso feminista, ¿y los hombres? Ellos también mueren en las guerras ¡y más que las mujeres! 

Pero Andrés no se manifiesta contra la industria armamentística ni contra los conflictos armados. Tampoco piensa en las mujeres que son secuestradas al servicio de sus raptores, torturadas, violadas. No piensa que en las guerras, detrás de la violencia no hay una ideología de odio hacia los tíos y además los asesinos son mayormente hombres, por eso no es un tema de género.

Andrés se indigna cuando en algunas manis lilas, las mujeres salen a las calles con pasamontañas y antorchas, gritando con violencia "polla violadora, a la licuadora" (¡ay, pobreticos míos!), pero se echa tranquilamente la siesta mientras escucha en el telediario que, otro día más, un hombre ha matado, violado o maltratado a su pareja mujer por desobedecerle.

A Andrés le incomoda ver a una mujer dando el pecho a su bebé en público, sin embargo, Andrés es consumidor de porno y hasta ha sido cliente en burdeles, cosificando y comercializando con el cuerpo de las mujeres más vulnerables.

Andrés es un tipo incoherente y asqueroso. No seas como Andrés.

Andrés refunfuña cuando ve a una africana con cuatro hijas pequeñas, que sobrevive gracias a la renta básica. Juzga su comportamiento sexual y cree que es una irresponsable.

Andrés no sabe que esa mujer ha sido obligada a casarse hasta tres veces en su país, cada vez que sus maridos migraban a Europa y creaban otra familia; no sabe que huyó en patera para escapar de un cuarto matrimonio forzoso; no sabe que, por cultura, en algunas zonas de África, la mujer está sometida a los deseos del hombre en cualquier ámbito, sufriendo una violencia estructural invisibilizada y arrastrando con fuerza y valor sus consecuencias. 

Andrés es un señoro ignorante y prejuicioso. No seas como Andrés.

Andrés se molesta porque ve todos los días a una persona ejerciendo la mendicidad en la puerta del supermercado. "¡Menuda vaga!", piensa y desvía la vista para no juntarse con su mirada.

Andrés no conoce su historia. Desconoce que la persona que tiene delante se quedó sin empleo a los cincuenta años debido a una enfermedad que le generó una discapacidad, y nadie quiso volver a contratarle con su edad. Que la desesperación le condujo a la bebida, la bebida a la ruptura de su matrimonio y que la soledad, la indiferencia, la culpa y el frío pueden llevar a perder la salud mental de una persona. 

Andrés ignora que la Cartera de Servicios Sociales en su Comunidad Autónoma es una mierda para cubrir las necesidades de sus paisan@s en situación de calle. Pero no se rebela, porque él tiene vivienda digna, calefacción y una red de apoyo suficiente.

Andrés es un idiota. No seas como Andrés.

Andrés conoce algún caso de injusticia, de migrantes delincuentes, mujeres "crueles" y personas en situación de sin hogar que han decidido vivir fuera del sistema como acto revolucionario.

A Andrés le encanta generalizar desde su experiencia individual o cercana. Andrés se cree solamente las estadísticas que le convienen. Andrés es solidario de palabra, pero aporofóbico y machista en sus acciones y pensamientos. 

Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo y no seas como Andrés. Ni como Sara, si Sara es igual que Andrés.
"...la rabia tan sumisa,
tan débil, tan humilde,
el furor tan prudente,
no me sirve.
...el coraje tan dócil,
la bravura tan chirle,
la intrepidez tan lenta,
no me sirve..."

viernes, 16 de febrero de 2018

La mujer del ático

A Esperanza.

La mujer del ático era una de esas personas extraordinarias que nacen una vez cada quinientos años y que parece imposible que existan en este mundo de humo y ceniza. Pero si tienes la fortuna y el privilegio de toparte con ella, estás en el deber de agradecerlo y, por tanto, de contarlo.

La conocía desde hace más de diez años, cuando me mudé al diminuto piso debajo del suyo. Todos los vecinos eran personajes peculiares, acostumbrados a lidiar con la soledad, entre quienes me sentí una más y a los que tomé cariño enseguida. Pero aquella mujer... Aquella mujer era especial.
La abuela- como yo la llamaba- era una mujer alta, algo encorvada y enérgica. Su cabello lucía gris, corto y alborotado. Tenía los ojos de un verde esmeralda que llamaba la atención y que relampagueaban cada vez que reía. La definía su buen talante y esa sabiduría sencilla que otorgan los años. Tras una losa de carácter y genio escondía un corazón de oro. 

Me encantaba escucharla discutir sobre cualquier tema, menos sobre política. Afirmaba que las ideologías, llevadas al extremo, ya le habían robado demasiadas cosas como para que le hicieran perder saliva y tiempo en los momentos de paz.

Gustaba de acudir a exposiciones de pintura y sentía predilección por los artistas noveles. Decía que transmitían la alegría que los más expertos eran incapaces de plasmar. También asistía al teatro siempre que podía permitírselo y disfrutaba de la música, de los recitales de poesía y las tertulias literarias, de las que era asidua. 

Su casa era una biblioteca repleta de libros de toda clase e idioma, incluso podías encontrártelos en los lugares más insospechados, como el armario de las escobas o en los estantes del baño.

Cruzar el umbral de su habitación era adentrarse en un pequeño santuario. La ventana daba al patio interior, por lo que la estancia solía hallarse en penumbra, apenas iluminada por la escasa luz de la lamparita de la mesilla. Sobre el cabecero de la cama, un enorme Cristo crucificado presidía el cuarto, acompañado por un retrato a carboncillo del abuelo y una veintena de estampas de santos colocadas sobre el tocador, junto a las fotos de hijos y nietos.

La abuela había tenido siete hijos y por lo que relataba, su marido había sido el mejor hombre sobre la faz de la tierra. No obstante, su esposo no era el único al que la mujer del ático mencionaba con tanto amor como admiración. Antes de casarse, había conocido a un joven algunos años mayor que ella, dueño de una librería de viejo llamada "La flor", heredada de sus tíos, los cuales habían emigrado a América en busca de mejor vida.

A aquel joven y a ella les apasionaba el arte y no tardaron en hacerse amigos, compartir sus novelas predilectas o ir al cine para luego debatir sobre la trama, el mensaje u otras cuestiones más técnicas.

Finalmente, durante la guerra, el joven tuvo que exiliarse y llevarse consigo todos los libros prohibidos que pudo. Jamás volvieron a verse, pero desde entonces, cada tres meses, la abuela recibía un libro entre cuyas páginas siempre descubría una flor seca, como única firma de su remitente.

lunes, 1 de enero de 2018

Es tiempo de esperanza

En este 2017 he aprendido mucho. Por eso, al 2018 le exijo que sea mejor y mucho más.

Exijo que en 2018, se cambien las leyes que impiden a las personas migrantes vivir con dignidad. Que se derriben fronteras y se creen organismos que regulen y coordinen las políticas internacionales, para que las personas no tengan que abandonar sus hogares y a sus familias por causas relacionadas con la pobreza o la guerra. Que exista un compromiso real por parte de todos los países para mirar por el bien común y derribar los imperios y a sus dictadores. Que nos levantemos contra la corrupción y la aplastemos. Que los estados sean garantes de los derechos humanos. Que continúe la ayuda humanitaria en las zonas que han sufrido catástrofes naturales en los últimos años: Perú, México, Colombia, Ecuador, Bangladesh, Indonesia, Irán, Sri Lanka, Nepal, Haití... Que todas las personas podamos practicar libremente nuestras creencias y que éstas nunca sean excusa para crear oscuridad y terror. Soy Barcelona, soy Cambrils. Soy Somalia, Irak, Pakistán, Egipto, Yemen, India, Afganistán, Mali, Chad, Nigeria, Congo, Burkina Faso, Filipinas...
El sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano
me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos
” (Papa Francisco)
Que se cierren los CIEs y se trate a las personas con respeto como es su derecho. No más muertes en el mar ni en las vallas de Ceuta y Melilla. No más víctimas del tren la Bestia. Acabar con la mafia y el negocio de las pateras. Pido una mayor acogida de personas refugiadas, tal y como se acordó. Queremos recibir a nuestros/as hermanos/as de Venezuela, Siria, Libia, Senegal y de tantos otros países en conflicto. Pido una menor burocratización para poder ayudar a personas en riesgo de exclusión. La sociedad necesita ayuda para borrar prejuicios y temores, por lo que reclamo una mayor labor socioeducativa: en las calles, en las escuelas, en los barrios y en los lugares de trabajo.

Exijo mayor inversión en la creación de empleo, políticas centradas en la incorporación sociolaboral y en la autonomía de las personas; no conformes con la concesión de ayudas económicas que sólo sirven para subsistir, pero no promueven el desarrollo humano. Si abandonamos a la gente, luego no esperemos que sean personas luchadoras, activas, felices. 

Al 2018 y a las sociedades les exijo igualdad, sobre todo en cuestión de género. Erradicar la violencia machista de toda clase, los chistes sobre violar mujeres y comentarios que propagan estereotipos. Que se haga justicia con maltratadores, violadores y asesinos. Que se deje de culpabilizar a las víctimas y a sus familias. Que un maltratador nunca será un buen padre. Que se forme a jueces y magistrados en materia de género. Abolir el patriarcado y la patria potestad, si hace falta. Que se dejen de reproducir los roles de género tanto en el ámbito privado como público. Que hagamos añicos el techo de cristal y luchemos contra la feminización de la pobreza. A igual trabajo, igual salario.

Concienciar y sensibilizar a la población de que la prostitución es la esclavitud del siglo XXI y dar información, dar voz a esas mujeres, apoyarles para que no tengan miedo a hablar ni a salir de la calle y de los pubs.  Que se detenga al chulo y se multe al putero. Basta ya de ser indiferentes al sufrimiento, de aprovecharse, de usar a las personas para beneficio propio. Que las mujeres dejemos de ser objetos, que dejemos de intentar ser perfectas, que dejemos de sentirnos obligadas a hacer las cosas por amor.

Crear políticas que favorezcan la igual responsabilidad de ambos progenitores, y más tras una separación con hijos/as de por medio. Que las custodias compartidas sean realmente "compartidas", en igualdad de condiciones, con mejores medidas de protección a la infancia y mayores facilidades para realizar cambios en los convenios reguladores cuando, incluso desde los coles, están avisando de factores de riesgo. Que las pensiones de alimentos se paguen más allá de las engañosas circunstancias de la otra parte.

Promover políticas que sostengan a las familias monomarentales hasta que los/as menores cumplan la mayoría de edad tengan suficientes recursos para ser independientes.

Más respeto y apertura para todas las personas sean del sexo que sean y de la orientación sexual que prefieran. Solicito más educación, más formación en todos los sectores.

Exijo al Estado una mayor inversión en infancia,  sobre todo en prevención de riesgos. No más derechos a cambio de votos. Las/os niñas/os no son votantes, pero son el futuro. Que los adultos se graduen las gafas de infancia y se garantice que tod@s l@s menores contarán con las mismas oportunidades. Que tendrán lugares seguros para jugar, alimento todos los días y calefacción en invierno. Que no estarán expuest@s a situaciones violentas y si por diversas circunstancias las padecieran, que se les proteja y se les mantenga en su entorno siempre que se pueda. Que se le otorgue al ocio el valor que merece y se utilice como herramienta para favorecer un mayor desarrollo y bienestar de las personas menores. Que en los colegio o institutos se tengan en cuenta sus circunstancias y no únicamente unos números al final del trimestre. Que el personal docente esté cualificado para atender casos de riesgo o que se contrate con profesionales del ámbito social para resolver situaciones de conflicto. Menos cortoplacismo político y más humanidad.

La misericordia a la cual somos llamados abraza a toda la creación, que Dios nos ha
confiado para ser cuidadores y no explotadores, o peor todavía, destructores
” (Papa Francisco)
Exijo que se eliminen los gastos en armamento, que quede prohibida la venta de armas a cualquier nivel y en todas las partes del planeta. Que se luche sin intereses velados contra la mafia de la droga y que las condenas sean proporcionales al eslabón que se ocupa. Que se persiga la economía sumergida y la mendicidad, siempre que se modifique la ley de extranjería.

Exijo, porque es nuestro derecho, mejor calidad en la sanidad, en la educación y en el área social. Que bajen los precios de las viviendas, tanto de alquiler como de compra, que se ponga límites a la construcción constante de edificios. Mucha gente sin casa y mucha casa sin gente.

Para las personas mayores reclamo un aumento de las pensiones, que se premie toda una vida de trabajo, opresión y sacrificio. Que el sistema para la dependencia se haga real y efectivo y que las residencias sean recursos a favor de las personas, no de las empresas que se enriquecen a costa de la fragilidad de los/as ancianos/as. Que se creen más servicios para el cuidado de personas enfermas o con discapacidad.

Al 2018 le pido que seamos sensibles a las personas que viven en las calles, que duermen en las aceras y mendigan en las puertas de las iglesias. Le pido una sonrisa a tiempo o un tiempo de conversación. Una mirada que les haga visibles. Un saludo que les reconozca personas. Le pido una caricia o un abrazo para esos ángeles hundidos en un pozo sin fondo, en ocasiones amarrados por las cadenas de la mente o la droga. Insto a que se les tienda una mano amiga, que les acoja sin preguntas. Para ell@s, exijo un mayor gasto en materia social, más medios, mayor acompañamiento (sobre todo al salir de los hospitales), ingresos estables  y  acceso a un techo digno.

Que se cambie la normativa que permite manifestaciones artísticas en la vía pública, que se elimine tanta restricción y represión a las/os artistas callejeros/as. Que se valore su esfuerzo, su dedicación y la alegría con la que visten las ciudades con su música, su baile, teatro y otras perfomances. En 2018, deseo más espectáculo urbano.

Protesto contra la tortura animal, contra el fomento y la normalización de la muerte lenta y dolorosa de seres vivos como arte. Exijo una mayor protección de todos los seres. No a la pirotecnia en ciudades o pueblos. Un mayor rigor ante las denuncias por maltrato animal y penas mayores. Que se descosifique a los animales domésticos y a los no domésticos también. Que se realicen campañas contra el abandono animal, se promueva la adopción frente a la compra y se regule la cría indiscriminada para la venta. También los bosques claman auxilio ante la quema y la tala sin control, después de un 2017 negro para nuestro paisajes. Y no me olvido del mar y de lo cochinos/as que podemos llegar a ser.

Al 2018 le pido salud y reencuentros con personas queridas. Más abrazos largos y "apretaos". Buenos conciertos y algún viaje inolvidable. Le pido grandes cambios sociales. Diálogo, respeto y buenos pensamientos. Le pido más valor para el cuidado mutuo y permanecer en las situaciones difíciles. Más demostraciones de vulnerabilidad. Más inocencia, cuentos, magia, narices de payaso y colorines para los días grises. Menos selfies, más verdad. Le pido más paz, convivir sin violencia ni discursos de odio (racismo, machismo, xenofobia, transfobia, homofobia, aporofobia, gordofobia, cristianofobia, islamofobia, etc.) en las redes sociales, en las calles, en las asambleas... Que no nos impongan ideas ni azules, ni rojas, ni moradas, que nos esforcemos por pensar de manera autónoma, que no nos resbale lo que sucede alrededor y que podamos vivir en fraterna libertad, sin miedo ni mordazas.

Y ahora ya me podéis decir que vivo en los mundos de Yupi. Pero no, no soy ajena a las dificultades y a los problemas. Que en 2018, nos animemos a seguir cambiando el mundo. Es un reto.

A nivel personal, al 2018 le pido otras cosas.
Como hija, le pido paciencia.
Como hermana, buen humor.
Como nieta, ternura y coraje.
Como amiga, tolerancia.
Como compañera, confianza.
Como trabajadora social, empatía y honestidad.
Como creyente, humildad y alegría.
Como mujer, rabia y desobediencia; empoderamiento y sororidad. Además de permitir que, de vez en cuando, lo cursi también forme parte de mi vida.
Como persona, autenticidad -para ser más yo, más políticamente incorrecta- y una pizca de mala follá que siempre me identifica.

“Cuando el canto de los ángeles se acalla,
cuando la estrella desaparece,
cuando los reyes emprenden el regreso,
cuando los pastores vuelven a sus rebaños,
es entonces cuando la obra de la Navidad comienza:
buscar al perdido,
sanar al herido,
alimentar al hambriento,
liberar al esclavo,
reconstruir la comunidad,
reestablecer la paz,
hacer música en el corazón”.
- Howard Thurman