martes, 16 de julio de 2019

ASÍS, lugar de encuentro


Este verano, del 1 al 5 de julio, una pequeña representación de la familia misionera que se consolidó en Colombia el año pasado, nos reencontramos en Asís como agradecimiento al Señor por todo lo vivido y con la conciencia plena de continuar la misión desde la oración y la propia vida. ¡Qué mejor lugar para hacerlo que la tierra de Francisco y Clara, quienes han sido el nexo común de tod@s nosotr@s! 

Desde el primer momento, percibí que Asís es un lugar de encuentro y comunión de toda clase de personas de diferentes países y no sólo por las que estaban allí físicamente, sino por las que llevábamos en nuestros corazones para pedirles a l@s sant@s que intercedieran por todas ellas. Y de algún modo, el resto de misioner@s, hermanos y hermanas de Colombia también estaban allí, abrazad@s por el papá y la mamá de la familia franciscana.

O no sé, puede que estuviera muy sugestionada por la ilusión de estar en Asís (¡por fin!) y conocer los lugares por los que paseó el Poverello, que tan bien me fueron explicando mis amig@s y compañer@s de viaje, Javi y Marielo. 

Veía a Francisco ascendiendo por las empinadas cuestas de la ciudad, en la plaza donde reconoció a Dios como su único Padre, durmiendo en las pequeñas celdas de Rivotorto y orando en la Porciúncula. Lo veía en los frailes que iban y venían por la explanada del Sacro Convento o cantaban vísperas en comunidad. Lo vi claramente en San Damián, la primera vez que entró en esa ermita derruida, cómo ante el crucifijo sintió una llamada concreta y por donde, al final de su vida, se inspiró el Cántico de las Criaturas... Y en los caminos de las afueras, donde el sol parecía brillar más que nunca y el canto de los pájaros estaba en perfecta sintonía con su alrededor; en el encuentro con el leproso o en sus búsquedas de soledad y silencio. Me atrevía a imaginar qué pensaría y sentiría el joven Francisco poco tiempo después de su conversión o más adelante, cuando eran tantos y tantos... Y creo que descubrir la enorme belleza de estos sitios me ha unido un poquito más a él y ha nacido en mí un deseo mayor por vivir el Evangelio de su mano.

En Asís, se respira ese “Paz y Bien” del saludo franciscano y a los pocos días, ya te sientes en casa entre sus edificaciones de piedra y el paisaje verde de las montañas colindantes. Después de esta peregrinación, no puedo dejar de pensar que somos afortunad@s de tener un mediador como Francisco, aunque no sepa explicar la experiencia con palabras. Sabemos que quien se encuentra con Dios, es imposible que lo abandone. Y creo que con Francisco pasa un poco lo mismo, ¿quién le conoce y no se enamora? Francisco encarna la fraternidad consecuencia del trato con Dios; la libertad derivada de la pobreza; la alegría de un corazón apasionado y la ternura fruto de su minoridad y paternidad, a imagen de Dios. 

Ojalá que no nos quedemos con este regalo y se lo enseñemos al mundo entero.

"Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, 
y acaba por ir dejando su huella en todo." 
- P. Arrupe -

1 comentario:

  1. Vaya experiencias que estás viviendo, lo mejor es lo bien que lo transmites.... Parece que he estado allí.

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